Más de dos décadas llevaba parte de la sociedad española, la más implicada en la defensa de los más vulnerables, pidiendo una ley nacional que sirviera para proteger a los animales domésticos, con los perros de caza y los gatos de la calle, cuyo maltrato suele quedar impune, en el vórtice de la necesidad. Todos sabíamos que, de llegar, iba a ser imperfecta. Nunca pensamos que fuera a serlo tanto. 

Ya hace un año, los artífices del anteproyecto de ley en el Ministerio de Ione Belarra confesaban que había sido extremadamente complejo llegar a un consenso. Un consenso roto y apenas recompuesto in extremis. 

Dejando a un lado intereses políticos y cálculos electorales, esos réditos ajenos al legítimo objetivo de la ley, ahora tenemos entre manos una norma que no complace a nadie y descontenta a todos salvo, tal vez, a aquellos que cazan, pastorean o guardan con perros.

Me cuentan en el entorno de las protectoras que a estas alturas se temían la aprobación de la ley con la enmienda del PSOE, pero no la reducción de penas en el Código Penal. "Conductas crueles hacia los animales que ya estaban penalizadas desde 2015 dejarán ahora de ser delito o se castigarán con simples multas", han denunciado en un comunicado asociaciones de abogados de toda España. 

La batalla por la ley animal no ha acabado: Belarra presiona al PSOE para penar con cárcel los delitos graves contra los animales

En el Ministerio de Derechos Sociales aseguran que la pelea continúa, que presionarán para penar con cárcel los delitos más graves contra los animales, pero solo queda el paso de la norma por el Senado, dónde Podemos no tiene representación. 

Además de protectoras y abogados con sensibilidad, quedan disconformes los veterinarios, con los que no se ha contado para la elaboración de la norma; los criadores profesionales, que la ven muy mejorable; los comerciantes, que no podrán vender pequeños animales en sus tiendas; los aficionados a las mascotas exóticas, que ven peligrar su afición... Un largo etcétera.

Al fin tenemos la tan esperada primera ley española de protección animal y nadie lo celebra. Ningún sentido tiene festejar las oportunidades perdidas.