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Isabel Presyler ve todos los programas del corazón

Isabel Preysler es consciente de que sufre una gran crisis reputacional. Desde que hace unas semanas decidiera confirmar la separación de Mario Vargas Llosa aduciendo celos enfermizos, la socialité se ha visto envuelta en polémicas a las que estaba poco acostumbrada.

Barrizales de los que empieza a salir demasiado expuesta y que, sin duda, están pasándole factura en cuestiones de imagen. Tal vez por eso intenta tener más presencia y produce palabras al por mayor. Me consta que a Isabel no se le pasa nada. Está pendiente de lo que se comenta sobre ella y su escandalosa separación.

Tanto es así que Isabel es espectadora de los programas de televisión y se lanza al teléfono móvil para matizar, explicar o desmentir informaciones que se ofrecen en plató.

Nunca hasta ahora había accedido a mantener conversaciones con colaboradores tan diversos. Parece querer tener el control absoluto de lo que se cuenta, pero sobre todo de lo que no se cuenta. Isabel se ha puesto la manta en la cabeza y ofrece datos concretos sobre su relación con el escritor.

"Está desconocida", dicen unos y otros cuando ven que en su teléfono aparecen mensajes de texto, WhatsApp y llamadas de la Reina de Corazones. Oh la la. Una actitud que los más atrevidos tachan de provocación y que contrasta con el silencio de Vargas Llosa.

No hace referencias a Isabel y cuando su nombre aparece en una conversación cualquiera, evita palabras gruesas, desanima el enfrentamiento y da las gracias. En cualquier caso, lo que sí niega es que haya ampliado escritos para ridiculizar a Isabel o a la bella Tamara.

Esa actitud discreta es la que también siguen sus hijos, quienes, eso sí, en ocasiones se presentan sobrepasados por una situación que no han elegido.

Morgana es la más visceral y, aunque se equivoca sacando de paseo esos ademanes iracundos, su única preocupación es que sus padres no sufran cuando los pacientes reporteros asfálticos atraviesan el silencio con sus lógicas preguntas. 

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