Helena Resano Periodista
OPINIÓN

¿Para qué sirven las galas de cine?

Foto de los galardonados a la finalización de la gala de los Premios Goya 2023.
Foto de los galardonados a la finalización de la gala de los Premios Goya 2023.
JORGE ZAPATA / EFE
Foto de los galardonados a la finalización de la gala de los Premios Goya 2023.

Una gala de cine es para hablar, sobre todo, de cine. Para animar a quienes no van a las salas, para generarles inquietud por no perderse esas historias que, según los académicos, son imprescindibles. El cine es cultura y la cultura es esa forma de contar a través del arte cómo somos, cómo nos vemos, qué nos preocupa y cómo nos entendemos como sociedad, como individuos. Es un arte que sabe poner el foco en historias increíbles, que sabe contarlas con una sensibilidad propia, con esa mirada única del director, del director de fotografía, del actor o actriz, del responsable de la música y la banda sonora. Una gala de cine sirve para todo esto. O debería. Sin dejar de entender y saber que también es un magnífico escaparate para enviar mensajes poderosos a quienes toman decisiones, a los políticos, a los ciudadanos, a quienes lo están pasando mal, a quienes tienen sueños, a quienes no se atreven, a quienes dudan, a quienes temen, a quienes aman y, por qué no, también a quienes odian.

Para eso también sirven estas galas y algunos saben aprovechar la oportunidad, el altavoz que supone esos minutos en un escenario o en una alfombra roja, para decirle al mundo ‘eh, espabila, que esto te lo estás perdiendo’.

Se exige que quienes posan en esa alfombra roja vayan impecables, sean casi cuerpos esculturales

El sábado pasado hubo muchos de estos mensajes subliminales durante la ceremonia de los Goya, mensajes de la viuda de Carlos Saura, mensaje de los presentadores, que estuvieron impecables, de los que subieron al escenario a recoger sus premios y también de los que posaron en la alfombra roja, como Berta Vázquez o Sara Sálamo. Las dos, a su manera, mandaron un mensaje poderoso de cómo se ven, de cómo quieren que las miren. Una sin maquillaje, o más bien sin mucho maquillaje, la otra con su nuevo aspecto, diferente al que nos tenía acostumbrados y fuera de los cánones impuestos de qué es un cuerpo bonito o feo. Las dos fueron diana de miles de comentarios, muchos de ellos, malvados, cobardes, injustificados. Decía una amiga que en el caso de Berta dejaron de ver a la actriz y solo vieron a la mujer gorda que estaba posando. Dejaron de acordarse del talento que ha demostrado en miles de ocasiones y solo vieron un cuerpo, con kilos, en los que centrar su odio.

Las redes son lo que son y no hay que darles más altavoz que el que ya tienen, que es mucho. Pero me gustaría que aprendiéramos a ser valientes, como lo fueron ellas esa noche en la que, especialmente antes de que arranque el espectáculo, se habla de todo menos de cine. Se exige que quienes posan en esa alfombra roja vayan impecables, sean casi cuerpos esculturales, que modelen la ropa que les han cedido los mejores diseñadores de la moda. Pero no, no son eso. Son actores, actrices, personas que necesitan también reafirmarse en ese posado. Berta y Sara lo hicieron y yo las aplaudo. 

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