![El empoderamiento es más que una camiseta.](https://imagenes.20minutos.es/files/image_640_360/uploads/imagenes/2023/02/15/pexels-chelsi-peter-1564149.jpeg)
Hace ya tiempo que la palabra empoderamiento nos taladra los oídos. Parece prudente sospechar. El proceso de selección de palabras surgidas de la sociología y la sicología convertidas en trabucos para la guerrilla política encuentra en esta palabra un ejemplo perfecto. Parece que fue el filósofo y pedagogo de orientación marxista Paulo Freire el primero que habló de este término en los años sesenta. Zimmerman desarrolló también una teoría del empoderamiento y la primera vez que la expresión tuvo una connotación feminista fue a mitad de los años ochenta a través de una red de grupos de mujeres norteamericanas llamada Dawn. Se referían al proceso por el cual las mujeres llegan al control de los recursos y refuerzan su capacidad y protagonismo en la sociedad.
El término, que lleva detrás trabajo y desarrollo de personas que han dedicado tiempo a estudiar, pensar y formular las teorías, acaba sufriendo un sutil proceso de descafeinado, un importante pulido y un tremendo afilado. La palabra empoderamiento se convierte en un arma arrojadiza, en un salvoconducto y termina, por insistencia y repetición machacona en el BOE, en la exposición de motivos de alguna ley o reglamento o, incluso, en el título.
El proceso de selección de palabras surgidas de la sociología y la sicología convertidas en trabucos para la guerrilla política encuentra en esta palabra un ejemplo perfecto.
Sobre lo que entendemos ahora por empoderamiento de la mujer se pueden hacer varias reflexiones. La primera es muy evidente: el arma arrojadiza sirve para señalar una diferencia que, en muchas ocasiones, ya no debería existir. El gobernador y el legislador, además, se atribuyen a sí mismos la capacidad de repartir ese presunto poder que, en este caso, la mujer debería coger, como Prometeo hizo con la llama de los dioses. Pero aquí hay un engaño manifiesto: la mujer debería venir empoderada de casa.
¿De qué poder habla el que manda? Esta es otra idea peligrosa. Los principios de igualdad y de legalidad parecen reservados para los poderosos. Ningún ciudadano debería tener que empoderarse de nada porque la Constitución ya lo empodera al nacer. Existe un mensaje soterrado en el que el verdadero poder se reserva a unos pocos y los demás deben luchar por las migajas. Parece evidente que el mundo camina hacia eso, hacia una élite que dirige y que anima al pueblo a buscar pequeños sustitutivos del verdadero poder. La soberanía se va diluyendo como concepto con el avance de entidades supranacionales que tripulan el barco del futuro.
Shakira no está empoderada por exhibir los trapos sucios de su relación. Shakira está equivocada. Estaba empoderada desde antes. No necesita hacer nada, lo ha demostrado en su vida. Poner verde al marido no empodera nada. Hay un falso empoderamiento chabacano y muy poco elegante que crece día a día, que es un cebo y que no aporta nada. Ataca a la igualdad, al respeto y a la dignidad de las personas y nos lleva a un futuro oscuro. Frente al falso empoderamiento nos queda creer en la igualdad verdadera y aplicar aquel principio de la sicología: si usted quiere adquirir un buen hábito o una virtud actúe como si ya la tuviera.
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