Diego Carcedo Periodista
OPINIÓN

El peligro de tener sueltas las armas

Un tiroteo en una universidad de Michigan, en EE UU, deja tres muertos y cinco heridos
Un tiroteo en una universidad de Michigan, en EE UU, deja tres muertos y cinco heridos
Un tiroteo en una universidad de Michigan, en EE UU, deja tres muertos y cinco heridos

El peligro de tener las armas sueltas, un derecho que apenas usufructúan los ciudadanos norteamericanos, continúa ofreciendo noticias cotidianas para el morbo de las páginas de sucesos de los medios más sensacionalistas. 

La última, que por desgracia puede quedarse vieja cuando se publican estas líneas, se produjo el martes en la Universidad de Michigan, donde un sujeto de 43 años se lio a tiros contra un grupo de estudiantes y mató a tres, hirió de gravedad a otros cinco y no siguió la masacre gracias a que alguien, también armado, claro, le dejó seco a él.

Desgraciadamente, hechos así ocurren en todas partes, pero en la primera potencia mundial, desde donde se importan teorías de orden y paz, son más frecuentes. Las estadísticas oficiales divulgadas contemplan que en lo que llevamos de año, apenas cincuenta días, los tiroteos con víctimas han sido setenta

La sociedad protesta, pero intenta protegerse – al menos eso es lo que se escucha a muchos líderes – acercándose a las armerías, examinando los modelos más modernos de pistolas o rifles y acaba llevándose uno a casa. Mesilla de noche sin revólver en el cajón está desguarnecida. Aunque el país es grande, setenta tiroteos, con la correspondiente suma de víctimas, es alarmante por muy normal que resulte.

Claro que a la Justicia se le acumula el trabajo. Mientras escribo estas lucubraciones, otro asesino, llamado Payton Gendra, fue condenado a cadena perpetua sin derecho a libertad condicional, permisos penitenciarios ni nada parecido. 

Se trata de un exaltado militante de extrema derecha que, por lo que se deduce, odia especialmente a los ciudadanos de color: el diez del mes de mayo pasado se lio a disparar contra la gente en la ciudad de Búfalo, frecuentada por muchos turistas que acuden a contemplar las cataratas del Niágara, y mató a diez, “heroicidad” de la cual, lejos de arrepentirse, se mostró muy satisfecho. 

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