OPINIÓN

Joven busca cultura (sin naftalina)

Una joven buscan entre las estanterías de una librería.
Una joven busca entre las estanterías de una librería.
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Una joven buscan entre las estanterías de una librería.

En 2004 nacieron en España casi medio millón de personas. Todos ellas tenían derecho a solicitar y disfrutar del bono cultural desplegado por el Gobierno el año pasado: un vale de 400 euros para gastar en museos y exposiciones; en conciertos y espectáculos; en libros, audiolibros y videojuegos, entre otros productos culturales. Sin embargo, tan solo poco más de la mitad lo disfrutó, un 57,8%.

¿Por qué cuatro de cada diez dieciochoañeros renunciarían a la cultura gratis? Los críticos habituales se apresurarán a declarar airadamente que es porque "los jóvenes de ahora ya no van a los museos", probablemente añadiendo alguna torpe mención a TikTok o a la Nintendo Switch. Sin embargo, todo apunta a que el problema se encuentra más bien en la ejecución de la medida: el trámite burocrático de solicitud del bono cultural es más complejo que encontrar piso en Madrid por menos de 400 euros al mes. Empatizar con sus beneficiarios será fácil para cualquiera que se haya cruzado con la cl@ve PIN de la Administración, más aún sabiendo que para muchos jóvenes será su primer aterrador encuentro con la herramienta de identificación digital.

La iniciativa del Gobierno, muy discutida, sirve aquí para ilustrar la conversación sobre los nuevos patrones de participación cultural. Intentar debatir sobre juventud y cultura es darse de bruces contra 'cuñadeces' como la que dice que a los jóvenes no nos interesa el arte y nunca elegiríamos un museo como plan de sábado. Este argumento, que no es difícil imaginar en boca del que piensa que la "buena música" se acabó con Pink Floyd, es desacertado o miope.

En primer lugar, desacertado porque no se corresponde con los datos, que de hecho indican justo lo contrario: según la última encuesta de Hábitos y Prácticas Culturales del INE, los jóvenes de 15 a 24 años son el grupo de edad que más cultura demanda en España. Visitamos más museos, asistimos más a espectáculos, leemos más y vamos a más bibliotecas. Pero también es un marco miope que parte de una visión rancia y limitada de qué es cultura.

Los jóvenes de 15 a 24 años son el grupo de edad que más cultura demanda en España

Porque sí, en contra de lo que algún boomer despistado pueda pensar, no sólo Chaikovski y Puccini son cultura. Del paternalismo también se sale. Los jóvenes españoles somos un grupo heterogéneo, maravillosamente diverso a la vez que mal definido, con intereses y gustos diferentes: algunos leen a Javier Marías y a Stefan Zweig, otros prefieren el manga; algunos se emocionan con un nuevo videojuego y otros con un cuadro de Sorolla. Muchos incluso disfrutamos de todo lo anterior a la vez.

Lejos de ser un problema, esta variedad habla de la enorme riqueza de referencias de una generación expansiva y plural, sin miedo a descubrir nuevas tendencias. Va siendo hora de derribar estereotipos y darle una vuelta a cómo pensamos en la cultura. ¿Es menos legítimo emplear el bono cultural en una ópera del Liceu que en un concierto de Rosalía? ¿Más justificado ilusionarse con la próxima apertura de la Galería de las Colecciones Reales que por un nuevo episodio de un podcast de entrevistas o humor?

Delimitar qué es alta cultura y qué merece ser aplaudido es un proceso inútil y, por tanto, frustrante; inevitablemente excluyente. Tal vez la clave radique en que la cultura es infinita e inabarcable. Por definición, está en constante expansión para incluir nuevas disciplinas artísticas y formas de creatividad que conviven con nuestras tradiciones más castizas. Tal vez eso sea lo que la haga tan preciosa, y explique por qué es necesario entenderla en toda su amplitud a la hora de diseñar políticas públicas que pretendan fomentarla, como el bono cultural. Avancemos, pues, para ampliar y facilitar el acceso de los jóvenes a la cultura, dejando de lado el elitismo y la naftalina.

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