Luis Algorri Periodista
OPINIÓN

Shakespeare en Génova

La presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso (c), el presidente de la Xunta de Galicia, Alberto Núñez Feijóo (i), y el líder del Partido Popular, Pablo Casado, durante la convención nacional del PP.
La presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso (c), el presidente de la Xunta de Galicia, Alberto Núñez Feijóo (i), y el líder del Partido Popular, Pablo Casado.
Manuel Bruque / EFE
La presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso (c), el presidente de la Xunta de Galicia, Alberto Núñez Feijóo (i), y el líder del Partido Popular, Pablo Casado, durante la convención nacional del PP.

En la tragedia que lleva su nombre, el rey Lear vaga solo por el campo en medio de la tormenta, pobre y medio loco, después de haber sido traicionado y maltratado por dos de sus hijas, entre las que había repartido su reino.

Shakespeare hace en este drama una terrible reflexión sobre la condición humana. Todos podemos ser unos traidores y unos miserables. Todos. Que lleguemos a serlo o no, depende nada más que de lo irresistible que sea para nosotros lo que ambicionemos. Pero, llegado el caso, cualquiera puede vender a su padre y apuñalar a sus mejores amigos (eso es en Macbeth) para lograr lo que quiere. Lo más frecuente es que eso sea el poder. También el dinero, si es mucho. Pero no solo. Pedro traicionó a Cristo tres veces, y lo único que quería era salvar su vida. Tenía miedo.

“Hicimos lo que teníamos que hacer”, ha dicho Cuca Gamarra, portavoz del grupo parlamentario del PP, cuando se ha sabido cómo, con qué frases de aliento y hasta afecto, animaron y sostuvieron al rey Lear (Pablo Casado) hace ahora casi exactamente un año, en la batalla que este emprendió contra Isabel Díaz Ayuso. ¿Cuándo hicieron lo que tenían que hacer? ¿Cuando escribieron aquellos encomiásticos mensajes o tres días después, cuando todos dejaron a su presidente a los pies de los caballos?

El rey Lear es una tragedia en la que el espectador no sabe bien qué hacer, de qué lado ponerse, porque no está nada claro quiénes son los buenos y quiénes los malos. Todos –incluido Lear– parecen buenos y malos, según el momento y según quién parezca que va ganando. Eso es lo que quería contar Shakespeare. Ninguno estamos libres de pecado, pero todos somos buenísimos tirando piedras.

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