OPINIÓN

Piratas y borriquillos

Juan Muñoz Martín con un ejemplar de Fray Perico y su borrico entre sus manos.
Juan Muñoz Martín con un ejemplar de Fray Perico y su borrico entre sus manos.
JORGE PARÍS
Juan Muñoz Martín con un ejemplar de Fray Perico y su borrico entre sus manos.

La semana pasada saludábamos al nuevo y modificado Roald Dahl y esta nos toca el triste deber de despedirnos de Juan Muñoz Martín, uno de los escritores más leídos por varias generaciones de lectores infantiles: muchos de ellos no sabían quién se encontraba tras Fray Perico y su borrico o tras El pirata Garrapata, aunque en los últimos años su presencia en redes sociales había revelado su rostro y afianzado un nombre que quedaba (vestigio de otros tiempos) oscurecido tras el enorme éxito de sus personajes.

No extraña que quien firmaba estas colecciones exitosísimas hubiera sido docente durante toda su vida: los nueve libros de Fray Perico y los diecisiete de Garrapata están destinados a una etapa complicada, en torno a los 9 años, una edad en la que muchos niños han decidido ya que no les gusta leer, pero en la que una buena comprensión y hábitos lectores resultarán claves para su formación. Muñoz manejaba el humor, la aventura, la rima y, en especial, el raro don de la ternura, de una manera excepcional.

El lunes se publicaron los datos del Barómetro de Hábitos de Lectura de 2022: no son malos, pero tampoco satisfactorios. En los últimos 10 años el índice de lectura ha aumentado un discreto 6%. Los niños leen, quizás a regañadientes, los adolescentes leen, no siempre lo que deseáramos, pero las cifras caen en picado cuando finaliza la educación obligatoria. 

El problema no radica en los pequeños, de los que se está más pendiente de lo que parece: se destinan a ellos encuentros con autores, bibliotecas, actividades, programas de lectura. No, son uno de cada tres adultos, los que quizás ahora recuerdan con nostalgia al fraile torpón y bienintencionado con su borriquillo y al pirata capaz de llegar a Marte, los que no leen: las exigencias de la vida arrasan con todo, con los autores, con los lectores. Quedan, a veces, los libros, que siempre esperan.

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