Borja Terán Periodista
OPINIÓN

Las mentiras de la tele que nos dieron alas

David Hasselhoff con el coche fantástico
David Hasselhoff con el coche fantástico
20minutos
David Hasselhoff con el coche fantástico

En la televisión las realidades no son como son. Son como parecen que son. En la vida, a menudo, también. Pero necesitamos confiar y, desde pequeños, los creadores de la pantalla nos han invitado a entrar en mundos que nos permitieran creer. Aunque todo fuera de cartón-piedra.

Creímos que Jordi Cruz hacía virguerías en Art Atack. Aunque las arrugas de sus manos no se correspondieran con su lozana juventud. Bastaba que el presentador vistiera el mismo jersey de mangas largas que llevaba el manitas de la versión original del programa. El efecto óptico hacía que las artesanías internacionales las sentíamos más nuestras.

Creímos que Las chicas de oro desayunaban juntas, comían juntas, cenaban juntas y tomaban café juntas. En realidad, nunca se sentaban las cuatro en las cuatro sillas de su mesa de la cocina. Tenía que faltar una de ellas en la escena, o quedarse de pie. Porque la serie debía dejar una silla libre, la del lado desde el que miraba el espectador, para que las cámaras enfocaran libres de obstáculos el rostro de las entrañables protagonistas.

Creíamos que El Coche Fantástico conducía solo. Y ni siquiera nos percatábamos de que era evidente que había un hombre disfrazado de asiento. Sus brazos no se podían disimular en los volantazos de las carreras y persecuciones para salvar a David Hasselhoff de algún peligro. O de sí mismo.

Creímos que El Monstruo de las Galletas era un glotón sin problemas de digestión. ¡Cómo los iba a tener? Si todas las cookies se le caían por fuera, pues su boca de trapo no tenía garganta para deglutir. El truco era mover mucho a la marioneta para que pareciera que masticara en vez de que estaba dejando el suelo perdido.

Nosotros, en cambio, sí que nos tragábamos todas esas trampas de la tele. Porque eran licencias visibles que requerían de nuestra complicidad como llave a mirar más lejos de lo evidente.

Los tiempos han cambiado, la tele artesanal que intentaba crear universos únicos para que no fuera todo intercambiable ha ido desvaneciéndose, a pesar de la multitud de canales. Multitud no siempre es sinónimo de pluralidad. La dura competencia y las insaciables audiencias han propiciado que, salvo motivadoras excepciones, la mayor parte de los programas de entretenimiento estén cortados por el mismo patrón. Moldes que se han interiorizado como fórmula del éxito seguro: que si un cebo para vender el momento de tensión, que si una historia de superación para emocionar (el término "historia de superación" me da escalofríos, suele esconder la tóxica y lacrimógena condescendencia), que si un enfado en directo, que si un jurado sentando cátedra... La estructura de las propuestas de la tele se repite una y otra vez. Hasta los decorados parecen idénticos, todos en la misma nave espacial con misma luz con misma gran pantalla de LED. Todos sin leitmotiv.

Secuelas de la velocidad con la que se realizan y se consumen los medios de comunicación. La urgencia arrasa con casi todo. El antídoto ante tal aturdimiento colectivo quizá pasa por intentar recuperar parte de esa ingenuidad perdida con la que crecimos y que la edad adulta nos arrebata. Esa ingenuidad donde las mentiras no pretendían engañar a nadie desde una mezquina superioridad moral, simplemente animaban a atreverse a la creatividad. No es ser naif. Regresar al inicio es imposible, pero alimentar la imaginación siempre estimula una sociedad (algo) mejor. 

Borja Terán
Periodista

Licenciado en Periodismo. Máster en Realización y Diseño de Formatos y Programas de Televisión por el Instituto RTVE. Su trayectoria ha crecido en la divulgación y la reflexión sobre la cultura audiovisual como retrato de la sociedad en los diarios 20 minutos, La Información y Cinemanía y en programas de radio como ‘Julia en la Onda’ de Onda Cero y 'Gente Despierta' de RNE. También ha trabajado en ‘La hora de La 1' y 'Culturas 2' de TVE, entre otros. Colabora con diferentes universidades y es autor del libro 'Tele: los 99 ingredientes de la televisión que deja huella'.

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