Perros

Por qué los collares eléctricos no son adecuados, ni funcionan, para educar a nuestros perros

Perro paseando con correa y collar.
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En educación canina no todo vale. Con el paso de los años, ahora que vamos entendiendo cada vez más a nuestros perros y sus conductas, estamos dejando de utilizar ciertas herramientas a la hora de enseñarle modales y trucos a nuestros peludos. Un ejemplo de ello son los collares eléctricos, también conocidos como de descargas. 

Tan solo hace unos cuantos meses, durante el verano pasado, la diputada del Parlamento Europeo Aurélia Beigneux, miembro de la Comisión de Medio Ambiente, Salud Pública y Seguridad Alimentaria, envió una pregunta escrita a la Comisión Europea interpelando sobre el permiso de la venta y uso de collares eléctricos de adiestramiento canino. Defendía que estos accesorios van en contra del Convenio de Protección de los Animales de Compañía, que prohíbe el uso de ayudas artificiales para el entrenamiento que causen sufrimiento físico y psicológico.

La tendencia en Europa es dejar de lado el uso de este tipo de accesorios ya que están pensados para emitir descargas, vibraciones o sonidos molestos para los perros y, con ello, corregir así un comportamiento, algo que ya no entra dentro de la corriente de de educación en positivo que estamos siguiendo.

"Funcionan a través de un mando a distancia mediante el cual el tutor del perro presionando un botón, hará que el animal reciba una descarga eléctrica en el cuello", explican Víctor Padilla y Alba Fernández, educadores caninos de la escuela Olfateando El Mundo. "Son herramientas que, a día de hoy, el adiestramiento tradicional sigue utilizando".

Perros que no se comunican por miedo a la represalia

En el mundo de la educación (no solo en la canina) queda mucho por avanza, según Padilla y Fernández. "Todos hemos sido educados en base al castigo, al chantaje y a la imposición, sin tener en cuenta el motivo de fondo por el que se realizan ciertas conductas", explican. "Sin importar la emoción que nos lleva a ello".

Todos hemos sido educados en base al castigo, al chantaje y a la imposición

"En el fondo, las personas queremos a niños menos niños y a perros siendo menos perros", afirman. "Pretendemos que gestionen bien absolutamente todas las situaciones que se encuentran sin tener en cuenta si realmente tienen la gestión emocional adecuada para sobrellevarla bien".

Por estos motivos, los educadores caninos consideran que los castigos no son una forma ética de relacionarnos con nuestros perros. "Tan solo estamos infringiendo un castigo físico para cortar una conducta que nos molesta, sin tener en cuenta en ningún momento qué siente el perro", aseguran.

Además, esto tiene un coste emocional altísimo, especialmente en aquellos perros con miedo o pánico a la soledad. "Terminamos teniendo perros completamente apáticos y depresivos que no se comunican con el mundo exterior por miedo a las represalias", lamentan los expertos en conducta canina.

"En varios países europeos, como Holanda, estos collares ya han sido prohibidos y, en concreto, en España, cualquier método de adiestramiento que infrinja dolor o malestar físico o emocional también lo está", aclaran. "No obstante, la realidad es que en muchísimas tiendas, algunas de ellas muy grandes, siguen vendiéndose".

Otro problema que seguimos teniendo es que muchas familias consideran que este tipo de herramienta no es maltrato animal, sino un medio para tener perros educados. "Pero... ¿un perro educado es aquel que puede ir a todos los sitios sin rechistar? ¿Un perro menos perro?", preguntan los educadores caninos.

"¿No preferimos un perro que confíe en nosotros, se comunique y sepamos en todo momento qué siente", añaden. "Hay varios estudios que han verificado los perjuicios de este tipo de adiestramiento, que genera aún más estrés y ansiedad en el perro".

Crea perros inseguros, con muy baja autoestima y con unos niveles de estrés por las nubes, pudiendo llegar incluso a autolesionarse

De hecho, si aplicamos la lógica pura pensando en un niño de dos o tres años y nos preguntamos qué supondría en su personalidad el ser tratado de esa forma a medio plazo, podemos deducir que no es adecuado. "Crea perros inseguros, con muy baja autoestima y con unos niveles de estrés por las nubes, pudiendo llegar incluso a autolesionarse", aseguran Padilla y Fernández.

"Si para responder a la pregunta de si funciona, tan solo pensamos en la conducta, la respuesta es sí, el perro deja de ladrar si ese es el problema pero, el coste emocional es altísimo, dejando al perro en un estado de depresión profundo", advierten.

De hecho, Padilla y Fernández comentan que, en algunas ocasiones el uso de estos collares puede incluso provocar un efecto rebote y que los perros exploten con más intensidad y que sean prácticamente imposibles de recuperar. "Los peores casos que hemos tenido en los años que llevamos trabajando como educadores caninos siempre han procedido del adiestramiento tradicional y en la educación basada en la intimidación física y emocional", aseguran.

"Por ello, esta vía nunca es la opción. Siempre será mejor una educación basada en el entendimiento de quién es el perro como animal, llegando a encontrar un equilibrio entre las dos especies que convivimos, pero siempre respetando el bienestar", concluyen.

Colaboradora '20minutos'

Soy Inés López García. Me formé en la Complutense con la intención de acabar informando sobre animales y medioambiente. Tuve mi primera oportunidad laboral en el medio local 'Madridiario'; luego entré en '20minutos', donde pude escribir sobre cine, series y videojuegos, mis tres hobbies. Me mudé a Londres para mejorar el inglés y escribir sobre el Brexit y el covid en la distancia. En la actualidad escribo sobre lo que siempre quise, animales, en la sección Animaleros de '20minutos'.

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