El comprensible enfado por la mofa a la Virgen del Rocío y a la Semana Santa de Andalucía en un programa humorístico de TV3 no puede ir en favor de negarle a los cómicos su derecho a satirizar lo que les apetezca. La libertad de expresión hay que defenderla a las duras y a las maduras. También cuando te revientan los oídos y te hierve hasta el último glóbulo rojo de tu sangre. Pero eso no quita que haya razones para la crítica a los humoristas del programa Está pasando. Entre ellas, estas tres que les procedo a enumerar.

En primer lugar, el pitorreo con la Blanca Paloma y con las tradiciones religiosas andaluzas es propio de quienes usan la provocación rancia porque son incapaces de utilizar una sola de sus neuronas para hacer un humor mínimamente inteligente. En segundo lugar, se trata de un escarnio propio de los pelotas del pueblo que han decidido que la xenofobia funciona para unas risas. Un ejemplo de supremacismo cateto de unos tipos instalados en sus prejuicios. 

Y, en tercer lugar, es el perfecto ejemplo, uno más, de que el humor subvencionado es el más mediocre de todos, pero también de los más lucrativos. Estos tipos cobran como si fueran los Monty Python a cambio de su adoración a la religión independentista alentada durante el procés por TV3, pero su humor, y esto sí que es una buena broma, está muy por debajo de lo que cobran. No se puede ganar más haciendo menos gracia.

Así que, lo dicho, respetando su libertad de expresión hago uso de la mía para desearles que, además de seguir apostando por su humor casposo, monten también otra buena escena con algunos de los símbolos religiosos o sociales de su tierra. Seguro que sus amigos de TV3 se van a hartar de reír.