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Alejandro Urbina, con autismo: "Me gustaría que entendieran más como soy y lo que quiero. Y que respeten mis decisiones"

Alejandro Urbina posa en el acto institucional organizado por Autismo Madrid.
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Alejandro Urbina tiene 29 años, TEA y, como le ocurre a tantas personas con autismo, le ha costado encontrar su sitio. De hecho, sigue trabajando cada día para mejorar y cumplir sus sueños. Consciente de sus dificultades, no es de los que se dan por vencido fácilmente.

De niño, fue de colegio en colegio hasta que encontró uno en el que encajaba: "Yo siempre me he llevado muy bien con mis profes", cuenta, "pero siempre tenía que lidiar con chavales a los que les gustaba ‘fastidiar la marrana’". 

Así, tras cuatro colegios distintos, llegó a Aucavi, un colegio de Educación Especial específico para autismo. "No me acuerdo exactamente cuando me dijeron que tenía autismo, pero desde niño siempre supe que tenía algo, aunque en un principio decían que era TGD, trastorno generalizado del desarrollo y no se ponían de acuerdo. Empecé a tener conciencia del autismo ya en adolescencia, con 16 o 17 años", recuerda. 

En los centros educativos falta mucha paciencia y ponerse en el lugar del otro

Hasta entonces, sus padres estuvieron buscando el colegio idóneo para él, "primero empecé en un colegio en la zona donde vivía, en el barrio de Nazaret, de la zona de Oporto; luego fui a La Paloma, en La Latina, hasta que me metieron en Educación Especial. Primero empecé con Pauta y luego me pasé a Aucavi, donde estuve 4 años, y luego en el colegio del Niño Jesús del Remedio, de la Fundación A La Par", recuerda.

Aunque reconoce que, por suerte, en la educación han cambiado mucho las cosas, todavía falta mucho para que los alumnos con autismo se sientan plenamente integrados y comprendidos, "en los centros educativos falta mucha paciencia y ponerse en el lugar del otro", reconoce. EL no sufrió acoso como tal, pero sí reconoce que en un campamento algunos compañeros le daban un poco 'la tabarra'. Incluso tuvo problemas en una asociación a la que acudía por las tardes después de clase, "fue culpa de una profesora, que siempre la tenía tomada conmigo. Al final, mi madre puso una queja y nos fuimos".

Lidiando con las relaciones sociales

En la actualidad, con 29 años, trabaja como barrendero en FCC y, aunque tiene una vida bastante plena y, como él dice, se busca las mañas para desenvolverse por sí mismo, reconoce que el tema de las relaciones sociales le sigue costando bastante, "la relación con los neurotípicos a veces me cuesta. Como he aprendido las reglas, intento meterme en la conversación, no hablar siempre de los mismos temas… La gente me ayuda en lo que puede, pero al final me busco las mañas yo mismo".

Alejandro asegura ser un ‘autodidacta’ de las relaciones sociales, y ha echado de menos que alguien el enseñara cómo hacerlo, en lugar de tener que aprender por sí mismo, "al final lo que tenemos que intentar hacer nosotros en aprender unas reglas", insiste, "las reglas que tiene la gente para relacionarse… Y en esto tenemos que hacerlo nosotros, porque, en general, no nos enseñan habilidades sociales para relacionarnos con neurotípicos, y los neurotípicos tampoco se adaptan a nosotros, a nuestra forma de ver las cosas, nos toca a nosotros adaptarnos. Estaría bien que al menos nos facilitaran un poco más las cosas", reconoce.

La relación con los neurotípicos a veces me cuesta, pero he aprendido las reglas

Gran amante del cine y las series, a Alejandro le gustaría que desde la industria audiovisual reflejara mejor el TEA, más allá de Rainman y Sheldom Cooper, "por mucho que intenten representarnos siempre se van a quedar cortos, porque cada persona es un mundo", reconoce. Sin embargo, sí hay algunas series y películas con las que se siente reflejados “Mi nombre es Khan, Chocolate y Bones, donde se ve claramente que la protagonista tiene rasgos autistas", explica.

Intentando ser mejor cada día

A pesar de las piedras en las que se encuentra en el camino, Alejandro se sigue esforzando por mejorar cada día, "al final tengo que lidiar con personas, que me cuesta, e intento desenvolverme lo mejor que puedo y seguir aprendiendo y evolucionar. En algunas me siento apoyado y en otras no, pero siempre me las ingenio. Me gustaría que entendieran más como soy y lo que quiero en mi vida. Y que respeten mis decisiones", reivindica.

Me gustaría que entendieran más como soy y lo que quiero en mi vida. Y que respeten mis decisiones

Aunque a veces las cosas se le compliquen más de lo que le gustaría, no solo no le guarda rencor a la sociedad, sino que quiere contribuir a que este mundo sea un lugar mejor para las personas con autismo, "me gustaría trabajar en algo que me llene y que sea satisfactorio, tanto para mí como para los demás. Me gustaría trabajar en ayudar a los chicos a superarse, a evolucionar, ser las mejores versiones de sí mismos. Darles las herramientas y mi experiencia para poder desenvolverse en el lado neurotípico sin que tengan que salir perjudicados, que se puedan desenvolver en la vida sin que ello les llegue a generar un trauma. Yo me enfrenté a ello en el pasado y no quiero que pasen por lo mismo que he pasado yo. Hubo una vez que me enamore de una chica que era única, pero acabe saliendo escaldado", recuerda. 

"Eso para una persona neurotípica puede ser doloroso, pero que lo pueden afrontar. Para un chaval con autismo... Recuerdo que en un colegio de Pozuelo conocí a una alumna que lloraba desconsoladamente porque el chico que le gustaba la tildó de loca y no quería ser su novio. Eso puede generarle una creencia negativa que le puede impedir realizarse toda la vida sino se pone remedio", nos contó. 

Precisamente para que esto no ocurra, Alejandro ya está poniendo su granito de arena para que este mundo sea un mundo más amable para las personas con autismo. Así lo demostró participando en el acto institucional que la Federación Autismo Madrid con motivo del Día de la concienciación sobre el autismo, en el que reivindicó que, al igual que hacen ellos, la sociedad se esfuerce en conocerlos un poco mejor.

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