Se le ve venir enseguida. Su mente se ha convertido en una calculadora de precisión. Cuando te juntas a comer con él y llega el momento de pedir, se hace muy evidente. Está calculando cuántas calorías tiene cada uno de los platos y cuánto puede permitirse. Ha cogido una medida de energía y la ha sublimado, ha encontrado un modo de medir su pequeña obsesión y no hay quien lo saque de ahí.
Una caloría, en química, es una unidad de energía que puede aumentar en un grado un gramo de agua. En la alimentación, las calorías marcan la energía que proporcionan los alimentos al cuerpo. Sin embargo, el cuentacalorías las concibe como enemigas, como unas potenciales creadoras de grasa que acabarán ganándole la batalla en la báscula. El cuentacalorías suele tener también una cierta vocación de propagandista. Como aquellos hombres grises de la novela Momo, intenta traspasar su amargura a los demás.
El cuentacalorías, con casi total seguridad, tiene vocación de amojamado. Practica con fruición algún deporte que lo está dejando en los huesos y que le está echando encima diez años. Parece que venga de uno de esos programas de la tele en los que dejan a un grupo de famosos en una isla para que muestren al mundo el abanico de virtudes humanas que poseen y contribuyan así con su ejemplo a moldear una sociedad mejor.
Los cuentacalorías no conciben su desviación como algo íntimo, sino que lo tienen que estar pregonando a cada momento.
El problema de esta subespecie humana es que no sabe callarse, los cuentacalorías no conciben su desviación como algo íntimo, sino que lo tienen que estar pregonando a cada momento. Una vez observé como un cuentacalorías rechazaba un pequeño bombón en una celebración durante un descanso laboral con el siguiente argumento: “eso es media hora de elíptica”. El cuentacalorías ha tomado una unidad de medida y quiere filtrar todo por ahí, pero la complejidad del cuerpo humano es mucho mayor.
El corazón del hombre necesita creer algo, y cree mentiras cuando no encuentra verdades que creer. La lucha contra el azúcar, la vida sana, la fruta y la ensalada como el maná sagrado, la caloría como manifestación del mal y el deporte como evasión, huida, superación personal insana, terapia o escondite son algunos de los principios que acompañan a ese tipo de personas que tienen tiempo y dinero para preocuparse por estas cosas. Problemas del primer mundo. Caloría arriba, caloría abajo.
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