Ernest Maragall, quizá o sin lugar a dudas, el apellido más notorio de esta campaña electoral. Hermano del que fuera alcalde de Barcelona y que muchos, en su partido y en el resto, se añoran de él y de esa Barcelona. Un hombre cuestionado por la edad, pero imposible cuestionarlo por su talento. Luchando después del ‘procés’ por levantar las siglas de un partido, Esquerra Republicana, que en este momento pasa momentos complicados.
Ernest Maragall se presenta a estas elecciones con el recuerdo de haber ganado las anteriores y con la vocación de intentar lograrlo en esta ocasión. Francamente, lo tiene más difícil, pero lo que no tiene difícil es condicionar el próximo gobierno de la ciudad de Barcelona.
Candidato transversal, con la capacidad para pactar con Trias, con Collboni o incluso con Colau, como ha sido en este mandato, donde en más de una ocasión Maragall ha logrado salvar los muebles de una Colau en apuros, a veces con Collboni, a veces sin Collboni.
La edad no parece un factor determinante en su caso: talento sobrado, conocimiento de la administración, nadie lo duda, su imagen pública quizá no le acompaña y el arranque de precampaña que fue un poco atropellado.
Maragall se presenta con la ilusión de una Barcelona que no existe y que todos añoran, yo creo que él incluso. El 28 los ciudadanos decidirán si este Maragall vale la pena que sea el sustituto del Maragall que todos recordamos.
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