OPINIÓN

La Reina Camila

La reina Camila.
La reina Camila.
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La reina Camila.

Ni en sus sueños más osados llegó nunca a imaginar la joven Camila Shand, más tarde señora de Parker Bowles, que un día sería coronada en la Abadía de Westminster como Reina del país en el que nació hace setenta y cinco años.

El largo recorrido hasta llegar a este momento no ha sido fácil y en más de una ocasión ha hecho tambalear los cimientos de una institución que no consideraba adecuado este papel para una divorciada madre de dos hijos que había escandalizado al mundo por su relación amorosa con el Príncipe de Gales; antes, durante y después de sus respectivos matrimonios.

Cuando Carlos y Camila se conocieron a principios de los setenta y surgió el romance, eran unos jóvenes libres y despreocupados, que mostraban una gran afinidad en gustos y aficiones.

Desde el primer momento Camila fue una compañera leal y divertida, que demostraba una gran confianza en sí misma y lo más importante, que sabía entender a Carlos como nunca nadie lo había hecho. Pese a que ella estaba emparentada con la nobleza no se contempló entonces la posibilidad de un compromiso. El papel de amantes encajó mejor, pero las cosas se complicaron después de la boda de Carlos, que acabó dando paso a lo que Diana, la gran perdedora de esta historia, denominó “un matrimonio a tres”.

Camila siempre tuvo lo pies en la tierra y nunca pidió ni exigió, se acomodó a las circunstancias y supo ser paciente y aguantar el chaparrón cuando se convirtió en la mujer más odiada del país.

Carlos después de su fracaso matrimonial y ya padre de dos hijos que aseguraban la línea sucesoria decidió que era el momento de elegir lo que quería: compartir su vida con la mujer de la que siempre había estado enamorado.

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