Miguel Ángel Aguilar Cronista parlamentario
OPINIÓN

Elogios y vituperios

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, ha anunciado que el Gobierno financiará la construcción y la rehabilitación de otras 43.000 viviendas para alquiler asequible. Estas casas se suman a las 50.000 que movilizará la Sareb, de las que 21.000 estarán disponibles en un año y otras 14.000 ya están habitadas por alquiler social.
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, en el Congreso.ep
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El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, ha anunciado que el Gobierno financiará la construcción y la rehabilitación de otras 43.000 viviendas para alquiler asequible. Estas casas se suman a las 50.000 que movilizará la Sareb, de las que 21.000 estarán disponibles en un año y otras 14.000 ya están habitadas por alquiler social.

Eran las nueve en punto y se reanudaba el miércoles la sesión del Pleno del Congreso de los Diputados. Comparecía el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, para informar a sus señorías de la reunión extraordinaria del Consejo Europeo del pasado 9 de febrero, así como de la de los días 23 y 24 de marzo. 

Lo hacía emplazado por el Grupo Parlamentario Popular, a solicitud de otros grupos y también a petición propia. Con todas las ventajas del reglamento a su favor, abría el turno el compareciente, sin límite de tiempo, amarrado a un tocho de folios, como hubiera dicho el profesor Tamames, que fue leyendo durante cincuenta y cinco minutos. 

Siguieron las réplicas de los portavoces de los grupos, que fueron subiendo a la tribuna de oradores en orden decreciente al número de escaños, empezando por Cuca Gamarra, del PP, a la que siguió Santiago Abascal, de Vox, hasta terminar en el menor de los mixtos.

Pedro Sánchez, que traía como siempre la lección bien preparada de casa, se atuvo a la letanía de los contrastes y fue desgranando todos los desastres del PP a partir de Witiza comparándolos con los aciertos de ahora, que se iba colgando como medallas después de ponderar las dificultades sin cuento que hubo de vencer: pandemia, erupción del volcán de la isla de La Palma, invasión de Putin sobre Ucrania, precios disparados de los combustibles fósiles, bloqueo del gas y pertinaz sequía, sin que la derecha ni la extrema derecha ayudaran ni se conmovieran.

Acababan los derechosos, que nunca han hecho aportación válida alguna a lo largo de la historia de España, de brindar su apoyo para contener las consecuencias indeseables de la ley del ‘sólo sí es sí’ y Sánchez estaba obligado a darles leña de forma que a nadie le quedasen dudas de con quiénes quería continuar echando su suerte: Bildu, Esquerra Republicana de Cataluña y demás elementos que integran las aleaciones sumadas en Frankenstein. 

Ya metido en faena, Pedro Sánchez se atrevió a decir que con él en Moncloa las leyes se cumplen, según se ha visto con las sentencias del Supremo acerca de la lengua castellana en la segunda enseñanza; a exhibir el récord de inversión extranjera, a cuyos líderes se les pone carita de capitalistas despiadados como a sus colegas españoles; o a ridiculizar a los profetas del apocalipsis, a quienes el almirante Luis Carrero Blanco llamaba triunfalistas de la catástrofe. 

El caso es que pasaron casi treinta minutos antes de que Sánchez hiciera la primera mención al Consejo Europeo, que era la cuestión por la que había venido a comparecer. A partir de ahí inició un paseo por la seguridad energética, las reglas fiscales, el pacto de emigración y asilo, la amistad con Marruecos, la Reunión de Alto Nivel (RAN) con catorce acuerdos – celebrada en Rabat con plantón sobrevenido del rey Mohamed VI–, gestión compartida de fronteras comunes, delimitación de aguas jurisdiccionales, foto con Xi Jinping, leyes de la guerra y las 93.000 viviendas públicas después de que se hayan cumplido cinco años en el Gobierno sin que de tan reiterada promesa haya aparecido rastro alguno.

La primera réplica correspondió a la portavoz del Grupo Popular, Cuca Gamarra. A sus escribas se les debe reconocer mayor mérito, porque sin haber escuchado a Pedro Sánchez ya habían escrito la intervención que leería Cuca. En síntesis, trazó una enmienda a la totalidad sin concesión ni reconocimiento de mérito alguno. En su opinión, estamos ante un gobierno en descomposición al que solo guía el mero afán de supervivencia en el cargo. Atentos.

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