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Bárbara, madre de Dante, un niño con discapacidad que sufrió 'bullying' durante tres años: "Vivió un auténtico calvario"

Dante tiene 14 años y sufrió bullying durante tres años.
CEDIDA

La realidad de los datos habla por sí misma, y esa realidad es que el 80% de los alumnos con discapacidad -según datos del Consejo Español para la Defensa de la Discapacidad y la Dependencia (CEDDD)- ha sufrido acoso escolar alguna vez. Un acoso que se da sobre todo en la escuela ordinaria.

El bullying es, de hecho, uno de los principales motivos por los que los padres de alumnos con discapacidad deciden cambiar a sus hijos, ya no solo de centro, sino también de modalidad de escolarización, pues el acoso es residual -de un 2,6%- en los centros de educación especial.

Más allá de las cifras, tras la frialdad de los números siempre se esconden personas, menores que sufren, junto a sus familias, situaciones que pueden marcar de por vida. Personas como Dante, un adolescente de 14 años que sufrió lo que define su madre, Bárbara, como "un auténtico calvario durante 3 años".

Dante nació con una enfermedad genética. Fue en Londres, pero debido al trabajo de su padre, le diagnosticaron en Francia. Fue entonces cuando sus padres decidieron volver a España: "Vinimos a Barcelona para que tuviera un seguimiento en el Hospital Sant Joan de Deu. Yo dejé de trabajar y no lo llevamos a la guardería, fue directamente al colegio".

Siempre hemos escuchado que la ordinaria era lo mejor para él, pero según crecía vimos que no

"Decidimos que asistiera a un centro ordinario; un colegio con lo que en Cataluña llamaban unidades USEE (Unidades de Soporte a la Educación Especial), que ahora se llaman soportes intensivos para la escolarización inclusiva (SIEI). Se trata de un tipo de escolarización con apoyo dentro de aulas que se supone que están preparadas para atender a estos niños. Entre otras cosas, la enfermedad a Dante le provoca una discapacidad intelectual entre leve y moderada y tiene lenguaje oral, por eso insistieron mucho en este tipo de escolarización. Siempre hemos escuchado que era lo mejor para él y lo que teníamos que hacer, pero según crecía vimos que no", recuerda Bárbara.

Dante sufrió acoso por parte de sus compañeros durante tres años.
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Durante los primeros años en Barcelona no tuvo problemas con otros niños porque eran pequeños, pero sí se sintieron discriminados: "no le dejaron ir a las colonias porque decían que la profe no lo podía atender, y eso a pesar de que nosotros nos ofrecimos a llevarlo para que al menos estuviera con los niños durante el día, pero ni eso. Recuerdo haber sufrido mucho con eso. Él no, porque tenía 4 o 5 años, pero a nosotros nos dolía".

Otro cambio de residencia propició un cambio de colegio, pero no de modalidad, "nos trasladamos a Luxemburgo porque mi marido trabajaba allí, en una institución europea. En estos años, los primeros de primaria, acudía a lo que llaman la escuela europea, a la sección española, con apoyos, pero también ordinaria. Allí es verdad que acoso no sufrió, pero tampoco estaba a gusto ni aprendía, y a veces se metían con él".

Una pesadilla que duró demasiado

Tras unos años no muy productivos académicamente, pero tranquilos en lo social, empezó la pesadilla de Dante: "Al volver a Barcelona, decidimos seguir en la escuela ordinaria y optamos por un centro que, además de un aula USEE, tenía hasta Bachillerato, así que no tendríamos que cambiar más. Nos dijeron que era el mejor colegio de la zona y sentimos como si nos hubiera tocado la lotería".

Sin embargo, nada fue como esperaban, pues el acoso empezó casi de inmediato y fue creciendo a lo largo de tres cursos, "de cuarto a sexto para él fue un calvario total, lo pasamos fatal. Los niños eran mayores y le hicieron la vida imposible, y la intensidad de los episodios fue creciendo". 

A Bárbara aún le duele recordar todo lo que le hacían a su hijo, "al principio eran burlas, alguna bofetada… y luego ya pasaron a ser episodios más violentos: le torcían los brazos, los dedos, le bajaron pantalones en clase, le cortaron el pelo…". Mientras tanto, el colegio no hacía nada: "su respuesta era inexistente. Él es un chico que sí verbalizaba, nos lo contaba y yo incluso llegué a presenciar alguno de estos episodios, pero cuando no era así, no nos enterábamos, nadie nos decía nada".

 Y todo esto, a pesar de los informes psicológicos que la familia llevaba al centro regularmente en el que se especificaba que era un niño altamente vulnerable, susceptible de padecer acoso y que necesitaba supervisión constante.

Dante y niños como él necesitan mucha atención, más allá de una adaptación curricular

La familia optó entonces, porque Dante solo fuera al colegio por la mañana y ni siquiera se quedara a comer, "no estaba bien, también lo pasaba mal en el comedor. Con la excusa de poder concentrar todos los apoyos por la mañana y llevarlo por la tarde a terapias, se lo comunicamos el colegio y no nos pusieron ningún problema, para ellos fue como una liberación, como si les hubiéramos quitado la patata caliente".

A todo esto, no solo le hacían bullying, sino que en el patio estaba solo, sentado en un banco, "con la excusa de que tiene los huesos delicados y no se puede caer, lo tenían ahí aparcado. Tuvo que llevarse una pelota para jugar él solo". 

Fue precisamente esa pelota la que desencadenó el episodio que les hizo abrir los ojos definitivamente, "la pelota con la que jugaban otros niños de clase se coló y fueron a quitarle la suya. Como él se negó, empezaron a insultarle y a pegarle con una botella en la cabeza en grupo. ¡20 niños! Decidimos que no podíamos tener a Dante allí ni un minuto. Buscamos colegio en Madrid, porque mi marido encontró trabajo aquí, y cambiamos de comunidad, de escolarización y de colegio", recuerda con dolor. 

El colegio por fin reaccionó, pero no así los padres, "solo una familia nos llamó para disculparse… Todo lo que nos contaron sobre la inclusión era mentira. Tal y como está planteada, no funciona. Dante y niños como él necesitan mucha atención, más allá de una adaptación curricular".

En su nuevo colegio, Dante por fin sonríe...
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Cole nuevo, vida nueva

Todo lo que había pasado, además de que a nivel de aprendizaje tampoco mejoraba, les llevó a decidir, además de colegio, cambiar de escolarización. Se mudaron hace dos años a Madrid y encontraron un colegio más adecuado para él, El cole de Celia y Pepe, de la Fundación Querer.

El problema de Dance ‘arrastró’ a toda la familia, incluidas sus hermanas gemelas de ocho años, pero si de algo se lamenta Bárbara es de no haber tomado antes esta decisión, "en estos dos cursos ha aprendido más que en los 9 anteriores. Ya lee, escribe, hace fútbol terapéutico... algo impensable hace unos años por su problema de huesos… hasta habla de fútbol y se intercambia cromos con sus amigos", reconoce entusiasmada.

Sin embargo, aunque el cambio a mejor fue rápido, Dante todavía está en proceso de ‘recuperación’, "tuvo todo el curso pasado, dentro del colegio, una psicóloga en la Fundación para asimilar todo lo que había pasado los años anteriores. Al principio, estaba a la defensiva porque estaba acostumbrado a estar ‘entre lobos’ y había desarrollado su manera de defenderse. Gracias al trabajo con la psicóloga esto fue cambiando".

Ahora quiere ir al colegio, tiene amigos, le invitan a los cumpleaños… Ha sido ver la luz

Ahora, tras decir durante años que no quería ir al colegio, va entusiasmado, "quiere venir, tiene amigos, le invitan a los cumpleaños… Ha sido ver la luz. Ahora verbaliza claramente que ha sido una pesadilla para él y que ahora es un oasis. Para nosotros el cambio es como un milagro". 

Bárbara reconoce que, entre otras cosas, ha mejorado su autoestima, "ahora tiene autoestima, algo que no ha tenido nunca antes, siempre pensaba antes que no le íbamos a creer, cuando es un niño que, por su síndrome, no tiene capacidad para mentir, es muy literal…". 

En cuanto a las secuelas, aunque Bárbara asegura que está por fin feliz, sabe que Dante tiene muy presente todo lo que ha pasado, "ahora por fin es un niño feliz, pero ni mucho menos ha olvidado lo que le pasó. Todavía se acuerda, lo pasa mal… La idea es que no tenga ningún trauma ni le afecte en su día a día, pero en lo más profundo de su interior es difícil que se cure del todo porque fue muy duro, para él y para nosotros". 

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