Francisco Gan Pampols Teniente general retirado
OPINIÓN

Es el relato, estúpido

Un vehículo blindado ucraniano dispara hacia posiciones rusas en la región de Donetsk.
Un vehículo blindado ucraniano dispara hacia posiciones rusas en la región de Donetsk.
AP
Un vehículo blindado ucraniano dispara hacia posiciones rusas en la región de Donetsk.

Parafraseando al entonces candidato a la presidencia de los Estados Unidos, Bill Clinton, y el «es la economía, estúpido» que le espetó al entonces presidente George H. W. Bush en un debate televisivo para las elecciones presidenciales de 1992 y que, por cierto, acabó ganando, traigo a colación la diferente percepción que existe respecto a la información que nos alimenta sobre la guerra de Ucrania según vivamos en uno u otro país de este mundo globalizado.

Somos conscientes, creo, del impacto que tienen las imágenes en tiempo real o casi real que se nos transmiten día a día; de la misma forma, quizá no seamos tan conscientes del efecto que produce sobre nuestro criterio el hecho de recibir únicamente información de 'una parte', que no puede ser contrastada y que va cimentando en nosotros un pensamiento único que poco ayuda a nuestra capacidad de entender lo que ocurre.

Es el relato, la historia que se cuenta, quién la cuenta, y cómo la cuenta, lo que acaba por configurar nuestro parecer respecto a un tema. Un ejemplo es la guerra de Ucrania. Uno de los dominios en los que esa guerra se desarrolla es el llamado dominio cognitivo, las mentes y corazones de las personas que reciben los 'proyectiles' audiovisuales que les alcanzan de forma sostenida. Y es que es tan importante ese dominio que, sin tener asegurado su control, las posibilidades de perder la guerra crecen exponencialmente porque disminuye la voluntad de combate de las tropas, la firmeza de la población que apoya al mando político y a sus soldados, y flaquea la determinación de los donantes que contribuyen decisivamente a sostener el esfuerzo de la guerra y la supervivencia del país.

Esa batalla por el relato la gana hoy Ucrania por goleada, pero eso no significa que el cansancio propio de un conflicto prolongado, las divisiones internas o la falta de resultados tangibles no acaben por revertir el proceso, el relato se degrade y deje de tener el deseado efecto sobre la audiencia objetivo.

Hace un par de días, el ministro de AAEE de Ucrania, Dimitro Kuleba, decía que la esperada contraofensiva no sería resolutiva y que habría más contraofensivas, las que hiciese falta, hasta recuperar la integridad territorial de Ucrania reconocida en 1992. Hay que leer entre líneas para percatarse de que lo que estaba haciendo, al igual que otros representantes políticos y militares de alto nivel, es rebajar expectativas inmediatas y diferir el éxito a futuro para no llegar a perder la potencia del relato y desmoralizar a quien espera un fin pronto y satisfactorio de la guerra.

Si el lector me lo permite, le ofrezco un consejo a la hora de interpretar la información que nos llega: sea cauto, no admita como cierto todo lo que lea y vea, consulte otras fuentes diferentes de las habituales, que las hay, y sea consciente siempre de que está consumiendo algo que otros han procesado con la finalidad concreta de favorecer determinados intereses que no tienen por qué ser coincidentes con los suyos. En la antigua Roma la pregunta recurrente era ¿Cui prodest?, ¿Quién gana?

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