La corriente nos lleva. Hace un año los podcast de moda no hubieran entrevistado jamás a Bárbara Rey. Era un personaje antipático, de una España donde las miserias se tapaban con toros y circo. O eso pensaban n el moderneo mediático. Pero, de repente, se hizo la serie de su vida, se hizo el documental de su existencia y se descubrió que Bárbara Rey tenía una gran historia detrás.  

Una gran historia que, ahora, se ha narrado a medida de las pretensiones de la vedette.  Así se ha contado de forma más romántica y, por tanto, dando un toque más empático a un mundo de discreciones en donde pocos dicen la verdad. Las relaciones eran un juego de morbo, poder y dinero que arrasaba con sentimientos y honestidades. 

Hasta este año, Bárbara Rey era una musa del destape que parecía no dar para una entrevista lejos del dilema de parecerse a la prensa del corazón y sus polígrafos. De hecho, hay grandes de su generación con mucha vida que contar que no son llamadas a ninguno de los cientos podcast en emisión simultánea. Se consideran "rancias". Porque todavía nadie las ha blanqueado, nadie con una buena maquinaria de telegénica fuerza audiovisual las ha convertido en un icono de moda.

La mentira de la sociedad crítica

Y nos movemos por modas tan aplaudidas como efímeras. Y todos quieren al mismo personaje que va de uno a otro sitio hasta desgastarse lo que verbaliza tan rápido como se le idealizó. Mientras tanto, nos perdemos a personalidades con reflexiones estimulantes, pues el mainstream no los divinizó. Nos creemos originales, pero vamos convirtiéndonos en previsibles fotocopiadoras en los que se entrevista a quien toca no por la conciencia crítica de su poderío real, sino por arañar viralidad de la tendencia de opinión que empuja a endiosar a uno u otro sin cuestionar nada.

Necesitamos referentes que nos entretengan, aunque detrás de ellos haya sólo la morralla de un decorado desmontable. Y ahora ha sido el turno de ensalzar a Bárbara Rey con, desde luego, una vida que merecía ser explicada. Pero que seguimos sin saber bien. Porque la verdad es accesoria, sólo deseamos mitos con los que soñar. Otra cosa es que los elijamos bien, sin que la corriente nos arrastre.

Prohibido entrevistar a quien no gusta a tu audiencia