Esta semana arranca la campaña de las municipales y las autonómicas que culminará con la convocatoria electoral del 28 de mayo. Lo de que ‘arranca’ es un lugar común, porque llevamos de campaña permanente los últimos diez años y lo que viviremos en poco más de dos semanas no es más que una etapa volante que conducirá a los comicios en los que se decidirá quién es el inquilino (o inquilina) de la Moncloa los siguientes cuatro años.

En estas elecciones de mayo están en juego al menos dos terceras partes del poder institucional de este país, pero es inevitable que lo que salga de ese día se mire en clave de primera vuelta de las generales.

Hay pocas dudas de que el PP, a diferencia de las municipales y autonómicas de hace cuatro años, ganará las elecciones en número de votos. Pero la cuestión básica no va a ser esa, sino saber qué mensaje se instala en la opinión pública. Solo veo dos opciones. Primera: Pedro Sánchez resiste. Y segunda: Pedro Sánchez se desfonda. Simple, pero real.

¿Y cómo se medirá si pasa una cosa o la otra? Pues eso no lo veremos el 28-M, sino entre junio y julio, cuando se constituyan los ayuntamientos, las diputaciones y los ejecutivos de las comunidades autónomas y hagamos el recuento… de gobiernos. Y ahí podremos encontrarnos con que algunas derrotas pueden ser dulces y otras victorias pueden ser más amargas que una tónica. En junio, pues, le diremos adiós al Sálvame de la televisión y recibiremos al Páctame de la política, que además viene fuerte.

Cómo saber si me ha tocado estar en una mesa electoral en las elecciones del 28 de mayo en Madrid

La capacidad de negociar acuerdos de gobierno nos demostrará que la España política que dejó atrás el bipartidismo es una mesa de juego donde gana no el que saca más votos en las urnas sino el que sea más práctico y flexible a la hora de alcanzar pactos de legislatura. Se llame este Sánchez o se llame este Feijóo. Atentos, pues, al 28-M. Pero atentos, sobre todo, a lo que vendrá después.