![Miguel Lago y Pablo Motos en el momento que ha generado polémica](https://imagenes.20minutos.es/files/image_640_360/uploads/imagenes/2023/05/19/miguel-lago-y-pablo-motos-en-el-momento-que-ha-generado-polemica.png)
La discriminación empieza con la forma de utilizar las palabras. Muchas han sido tan manoseadas históricamente para señalar a minorías que algunos no distinguen cuando se usan como insulto o simplemente para visibilizar a aquellos que siempre había que esconder. Es lo que tal vez le ha pasado al humorista Miguel Lago en El Hormiguero, cuando Pablo Motos rescató un momento de Irene Montero hablando de la candidata de Unides Podem a la alcaldía de Valencia: "Queridas compañeras, especialmente, querida Pilar. Eres la alcaldesa que necesita Valencia: una mujer sorda, bollera, feminista, valiente... que no se va a poner de perfil". Lo que era una enumeración de tantas, que se repiten estos días en la multitud de gritones mítines que viajan por todo el país, ha terminado evidenciando en horario de máxima audiencia prejuicios que todavía planean en la sociedad, especialmente con las personas con discapacidad.
En la familiar y divertida mesa del show de Trancas y Barrancas, Pablo Motos se preguntó: "¿Qué cualidades debe tener una candidata para ser aceptada?". Entonces, Miguel Lago se lanzó a jugar: "la mejor candidata, sorda, bollera... pero como ya vale todo, empezar a faltar. Y este cojo que hemos traído aquí...", remató. Cuando dice "faltar" y "como ya vale todo", Lago intenta hacer humor. Aunque, sobre todo, su risotada verbaliza que seguimos tratando con condescendencia a la diversidad y colectivos más vulnerables.
Porque, al final, esta conversación televisiva ejerce un excelente retrato de cómo se continúan levantando barreras mentales contra las personas con discapacidad física: mirándolas con aires de superioridad cuando se desarrollan profesionalmente en igualdad de condiciones al resto. Y no basta con que sean buenas en lo suyo, deben demostrarlo el triple que los demás mientras lidian con juicios de valor constantes.
Esta realidad, tan interiorizada en demasiados ámbitos, es latente en chascarrillos recurrentes, como este de El Hormiguero, que empujan al pensamiento público de que parezca que son cuotas forzosas aquello que simplemente es el natural avance hacia una sociedad más rica y representativa en la que todos podamos progresar en nuestras aspiraciones profesionales y vitales. Sin esos guetos que enfocan, por ejemplo, siempre a mismos nichos de empleo a personas con una discapacidad física. Eso poco a poco empieza a quedar atrás, como quedó atrás con mujeres, negros...
Sin embargo, el prime time es espejo de cómo somos y exhibe que no hemos crecido tanto como creemos, que aún necesitamos conocernos más los unos y los otros para desaprender estigmas. Difícil tarea, pues quizá es complicado empatizar con la crítica o el cabreo colectivo desde la comodidad del privilegio de jamás haber sufrido discriminación real y pensar que hay problemas que están superados porque es imposible ponerse en la situación del que los padece en primera persona en el día a día. Así hay muchos que todavía tutelan con mofas y diminutivos al diferente. O al que consideran diferente, que es bien distinto.
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