El desquite de Trias

La clara victoria de Xavier Trias ha sido una sorpresa en relación con las expectativas que se manejaban los últimos días de campaña, donde las encuestas se inclinaban por un escenario bastante ajustado entre la actual alcaldesa Ada Colau y el candidato socialista Jaume Collboni. 

El triunfo de Trias, que encabezaba una candidatura sin mostrar las siglas de su partido, escondiendo el carácter independentista de Junts, confirma que las ganas de cambio en Barcelona, tras ocho años de colauismo, eran altas. 

Sorprende mucho que, en la capital catalana, sociológicamente de izquierdas, el exalcalde de CiU, que solo gobernó entre 2011 y 2015, haya logrado ese desquite personal ocho años después y cuando está cerca de cumplir 77 años. 

La victoria de Trias no se explica porque represente un proyecto con futuro, ni tampoco porque exista un gratísimo recuerdo de su paso por la alcaldía, que se vio salpicada por diversos escándalos de corrupción, con una condena contra su entonces primer teniente de alcalde, Antoni Vives, como por el fuerte hartazgo hacia las políticas de Colau.

El resultado supone una decepción tanto para la alcaldesa, que en los últimos días creyó posible obtener un tercer mandato, como para el socialista Collboni, que también pensó que se beneficiaría aún más del fuerte avance que ha registrado el PSC en toda Cataluña, con victorias en las otras tres capitales, arrebatando la hegemonía municipal a ERC. 

A diferencia de hace cuatro años, cuando el republicano Ernest Maragall ganó las elecciones, pero no la alcaldía, esta vez no parece posible un pacto que descabalgue a Trias. 

A priori no es posible un tripartito de izquierdas (PSC, BeC y ERC) porque la rivalidad entre socialistas y republicanos es enorme. Lo más probable es que el nuevo alcalde tienda la mano a las otras formaciones del consistorio para gobernar mediante una geometría variable, aunque los socios principales serían tanto ERC, por afinidades nacionalistas, como sobre todo el PSC, con quien podrían tender otros pactos locales, empezando por repetir el acuerdo en la poderosa Diputación de Barcelona.