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El pelo es político: todavía queda mucho para erradicar la discriminación del afro o las rastas

Imagen de dos niñas incluida en el libro 'No me toques el pelo'.
CAPITAN SWING

En su libro No me toques el pelo, publicado recientemente por Capitán Swing, Emma Dabiri cuenta una anécdota que ilustra el racismo relacionado con el cabello. Cuando tenía 13 años, después de una fiesta de pijamas, la amiga que la acogía exclamó: "Dios mío, ¿qué es esto? Hay vello púbico en mi cama. Ah, no, que el pelo es de Emma". Y las invitadas a la fiesta de pijamas, "mis amigas", dice Dabiri, rieron.

La ensayista, hoy de 44 años, casi se muere de la vergüenza. "Uso el término amiga con ligereza, con el tiempo, me he dado cuenta de que muchas de esas chicas nunca fueron mis amigas". Y añade: "Mi pelo era muy diferente al de mi anfitriona: el suyo era negro, luminoso y muy liso". Emma Dabiri es hoy una de las adalides de la libertad capilar.

Aunque parezca mentira, cuando publicó su libro en su idioma original, todavía muchos colegios prohibían que los alumnos llevaran rastas o el pelo afro. En los últimos meses, las cosas han cambiado bastante –en 2022, se publicaron las nuevas EHRC, unas guías para colegios en Inglaterra, Escocia y Gales que luchan contra este tipo de discriminación y el pasado abril, el estado de Tejas se sumó también a los estados que en EE UU han aprobado el CROWN Act (Create a Respectful and Open Workplace for Natural Hair, crea un lugar de trabajo respetuoso y abierto para el cabello natural), una ley en este sentido–, pero todavía queda mucho por hacer.

Cubierta del libro 'No me toques el pelo'.
CAPITÁN SWING

A pesar de que el diputado francés Olivier Serva esté luchando para que se apruebe una norma parecida en Francia y de que ya exista el Día mundial del pelo afro (el 15 de septiembre), los datos pintan un panorama desalentador. En el Reino Unido, el 59% de los estudiantes reconoce haber sido acosado con preguntas incómodas sobre el cabello, según un estudio de Halo Collective; un escenario que se repite en el lugar de trabajo, según la Universidad Montfort.

"En muchos colegios del Reino Unido se prohíbe que los chicos lleven el pelo largo, por ejemplo", explica L'Myah Sherae, fundadora del grupo por la igualdad en la educación All-Party Parliamentary Group (APPG) for Race Equality in Education.

El pelo es identidad. Las rastas, los cornrows (que ya aparecen en las pinturas de la Edad de Piedra en el Sáhara) o los canerows del Caribe se han racializado tanto como la piel. En Sudáfrica, durante el Apartheid se realizaba un test que consistía en colocar un lápiz en el pelo: si al agitar la cabeza, el lápiz se movía, pasabas por una persona de color; si el lápiz no se movía, eras considerado negro.

Imagen incluida en 'No me toques el pelo'.
CAPITAN SWING

"Lo que determinaba el nivel y la calidad de tu vida", explica Zulaikha Patel, autora de My Coily Crowny Hair, un libro que narra cómo una niña de 7 años descubre la herencia y la simbología de su cabello, y que se ha convertido en un bestseller. Patel, de 20 años, asesora a los legisladores con el fin de que creen normas inclusivas.

"Hasta finales de los 90, ser negra e irlandesa era ser un unicornio; claro que a todo el mundo le gustan los unicornios", escribe Emma Dabiri. La académica, locutora y colaboradora, de entre otros medios, The Guardian, es hija de irlandeses: su padre negro es nigeriano yoruba y su madre blanca nació en Trinidad. Acercarse al paradigma blanco; es decir, a la melena lisa, no fue agradable: los químicos dañinos, la mayoría con disruptores hormonales, quemaban el cuero cabelludo y provocaban caídas de cabello.

"Mi pelo se convirtió en un campo de batalla. Cuando crecí, no había información online ni productos para mi pelo en Irlanda", cuenta. "De niña solía estar hecho un desastre, siempre en un moño". Más adelante, a pesar de andar cortos de dinero, su madre la llevó a Inglaterra para que la peinaran.

"Lo que podría haberme convertido en una de las primeras mujeres en Dublín en hacerme una Jheri curl perm". Dabiri lo suele peinar hoy en trenzas. "Existe el estereotipo de que natural significa a lo afro, pero en tradiciones como la yoruba, las mujeres no suelen dejar el pelo sin peinar. Así se evita que se encrespe, enrede y deshidrate".

Las trenzas pegadas (o irun didi) fueron durante siglos un elemento simbólico de la vida de gran parte de la vida africana: indicaban el estatus y distinción social, la profesión, el estado civil, el linaje… "Existen pruebas por toda África del uso desde hace mucho tiempo de pelucas y postizos para trenzas. La transformación frecuente y drástica del pelo es típico, llevar pelo artificial, pelucas incluidas, no está estigmatizado", explica Dabiri.

El pelo es un símbolo de la lucha contra el racismo. Cuando un afroamericano abandona los químicos para "domarlo" y alisarlo, emprende lo que se conoce como "el viaje". Malcom X en su autobiografía habla así sobre el conk (así se conoce el producto para alisar el cabello masculino) que se hizo: "Fue mi primer gran paso hacia la autodegradación: cuando soporté todo ese dolor [al echar lejía en mi cuero cabelludo], me quemé la piel para que pareciera el cabello de un hombre blanco". En Malcom X, la película, Spike Lee convierte la decisión del activista de dejarse el pelo natural en un acto de rebeldía.

Imagen incluida en el libro 'No me toques el pelo'.
CAPITAN SWING

En la cultura africana, el pelo es simbólico: muchos pueblos asociaron la altura del cabello al poder divino, por ejemplo. El activismo de Emma Dabiri y Zulaikha Patel empodera a otras mujeres negras y las libera de la dictadura del pelo liso. "Abrazar el pelo natural y el nacimiento de mi hijo me demostraron que mi cuerpo era capaz de cosas que yo nunca había soñado. Con el tiempo, pasé de tolerar mi pelo a disfrutarlo y a amarlo". Como defendió Audre Lorde, cuidarse no es autocomplacencia, sino supervivencia y eso es un acto de guerra política.

Escritora y periodista

María Ovelar es escritora en sentido amplio: poeta (dos libros publicados en Valparaíso ediciones), autora de relatos, periodista, traductora (inglés, francés e italiano), copy creativa, performer y DJ. Además de colaborar con EL PAIS, periódico donde trabajó durante trece años, escribe en 20Minutos, Cuadernos Hispanoamericanos y varias publicaciones de Condé Nast. También ha trabajado como profesora de Literatura española y de español y francés en la India (Mahindra United World College). Licenciada en Traducción e Interpretación, master de EL PAIS / UAM y Bachillerato Internacional con una beca en el United World College of the Adriatic. Es la fundadora de LaSafo, sello con el que ha organizado retiros de yoga, meditación, escritura y varios cursos de escritura en bibliotecas e institutos. Organiza eventos culturales desde 2018.

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