OPINIÓN

El tiempo y los lobos

Imagen de la Feria del Libro de Madrid, con charcos por la lluvia.
Imagen de la Feria del Libro de Madrid, con charcos por la lluvia.
EFE
Imagen de la Feria del Libro de Madrid, con charcos por la lluvia.

"El tiempo no se lo comen los lobos", me dijeron hace unas semanas mientras visitaba varios colegios en Extremadura: caía el sol como plomo, los campos amarilleaban con cuatro hierbajos que amenazaban la ruina de los agricultores y la subida inclemente de la cesta de la compra. "El tiempo no se lo comen los lobos", como la promesa de que lo que no llovía entonces ya caería más adelante, y en ese refrán contundente, tan poco científico como las témporas, encerraba muchas mandíbulas firmemente cerradas mientras miraban a lo alto, la resignación y la esperanza imbatible de quien espera todo de la tierra y nada del cielo. 

Ha pasado mes y medio y mayo ha marceado con saña, y ahora el tiempo que persiguen esos invisibles lobos sin llegar a comérselo descarga con fuerza sobre las ciudades que se convierten en ríos y sobre la Feria del Libro de Madrid, y sobre el resto de las pequeñas ferias que combinan papelerías, editoriales locales y librerías. El papel mojado, las casetas sin visitas, los toldos que se desgarran por el peso de la lluvia resultan tan desgarradores para libreros y autores como los abrojos malhadados de las cosechas

Se agostan las palabras entre la pulpa de las páginas, se comban las cubiertas, espera el autor a los lectores con la mirada fija en la nada, en la lluvia que cae o en las tormentas que revientan precisamente durante las horas de las firmas. La Feria estaba acostumbrada a un fin de semana de lluvia, algo casi tan típico como los coleccionistas de marcapáginas o las confusiones entre autores, pero no a tres. No, los lobos no se comen el tiempo, pero el clima, esa fuga del control humano, devora a menudo a quienes continúan dependiendo de él: escupe sus huesos, deja la desolación de unos junto al goce de otros, siembra refranes nuevos, recuerda los viejos y sigue adelante, siempre adelante, perseguido por quién sabe qué a quién sabe dónde.

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