Joaquim Coll Historiador y articulista
OPINIÓN

Moderación, por ahora, en Cataluña

El presidente Pere Aragonès, está mañana en rueda de prensa.
El presidente de la Generalitat, Pere Aragonès, en una rueda de prensa.
ACN
El presidente Pere Aragonès, está mañana en rueda de prensa.

El resultado electoral en Cataluña del pasado 28 de mayo se resume en el triunfo de los moderados. El PSC, liderado por el exministro Salvador Illa, político dialogante donde los haya, ha recuperado la hegemonía municipal que perdió en 2011, primero en beneficio de CiU y hasta 2019, de ERC. Los socialistas han sido la fuerza más votada no solo en la región metropolitana de Barcelona, sino también en las capitales de Tarragona, Lleida e incluso en la muy nacionalista Girona. 

El cansancio y la decepción han hecho finalmente mella en el independentista, que se ha abstenido de forma considerable, en perjuicio sobre todo de los republicanos, pero premiando a los candidatos de Junts que presentaban un perfil más pactista y alejado del debate soberanista, como han sido los casos de Figueres, Igualada o Martorell. La mayor sorpresa ha sido la clara victoria del exalcalde de CiU Xavier Trias en Barcelona, que ha sabido aglutinar el rechazo a muchas de las políticas municipales de Ada Colau, huyendo del separatismo como de la peste, y prometiendo limpieza, impulso económico y orden.

El perdedor absoluto ha sido ERC que se ha dejado nada menos que el 36% de los votos respecto a 2019, pinchando incluso con el mediático Gabriel Rufián en Santa Coloma de Gramenet, donde no ha podido arrebatar, no ya la alcaldía, sino ni tan siquiera la mayoría absoluta a la socialista Núria Parlón. En toda España, el PSOE ha retrocedido el 6%, unos 403 mil votos (cuando ERC ha perdido 300 mil), lo que comparativamente muestra el enorme batacazo del partido de Oriol Junqueras. ¿Ha sido un castigo contra el gobierno de Pere Aragonès? Su gestión no suscita ningún entusiasmo y la opinión general es crítica, particularmente en el ámbito educativo, sanitario y medioambiental. Ahora bien, no se ha votado en clave autonómicas. La debacle de ERC es el fruto tardío de la decepción hacia sus líderes, que entre 2012 y 2017 abanderaron el unilateralismo, y que luego se han pasado al posibilismo sin un reconocimiento de sus errores y/o mentiras durante el procés. La cárcel y la cacareada "represión" les valió durante un tiempo la indulgencia de su electorado, pero ahora ya no.

En las generales del 23 de julio, Junqueras se juega mucho. Por un lado, teme una concentración del voto progresista en el PSC, que recoge los frutos del diálogo de Pedro Sánchez. Por otro, un resurgir del puigdemontismo como respuesta a un triunfo de las derechas (PP y Vox) que muchos dan por seguro. Por eso ERC habla ahora de un gran frente soberanista e incluso de rehacer la unidad independentista. Prepara el adiós a la moderación. El paso a una radicalización, inicialmente verbal, que le permita en 2024 salvar el poder que ostenta en la Generalitat.

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