La presentación del libro El chico de las musarañas (Harper Collins Ibérica), que empezó a escribir Aless Lecquio y concluyó su madre, Ana Obregón, fue uno de los momentos más emotivos de la semana, pero también concentró algunas anécdotas, como aludir al jet lag que dijo padecer la actriz a su regreso de Miami. Y comentar, además, que se pasa las noches poniendo biberones, de ahí su despiste a veces.
También preguntó en algún momento si se le había corrido el rímel, dado que vertió lágrimas durante muchas ocasiones durante la presentación. O alegó falta de vista cuando los periodistas le preguntaban porque se había dejado las gafas de lejos en casa.
Pero lo más singular fue, sin duda, el momento paranormal que contó la propia Ana cuando explicaba cuál fue el proceso para decidirse a culminar la historia que había empezado su hijo Aless. "Estaba reunida con la editorial en un restaurante y no estaba muy convencida de seguir con el libro. En un momento miro mi teléfono que estaba sonando y sobre la mesa y me quedé... ¿De quién era la llamada? Era de Aless, se lo enseñó a Susana (su representante), luego a la editora... fue un momento mágico porque era una señal. El teléfono estaba en un cajón desde hacía años".
El relato, entre risueño y triste, permitió entender la espiritualidad a la que ha llegado Ana tras perder a su hijo. Dice que no cogió esa llamada, pero que en estos años de dolor, se ha acercado a libros que hablan del alma. También que aunque creía en Dios, dejó de hacerlo al morir su hijo y que incluso al fallecer sus padres en el plazo de un año y medio, estuvo en el funeral como si no estuviera. Sólo el nacimiento de Ana Sandra, su nieta, le ha permitido "volver a creer en Dios".
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