El crecimiento de la economía española en los dos últimos trimestres ha sido posible gracias a fenómenos que se decidieron fuera de sus fronteras. Hasta el punto de que, si no hubiera sido por el apetito de gasto de los turistas extranjeros en el arranque del año y por el descenso de las importaciones a finales de 2022, España hubiese entrado en recesión técnica, como le ha ocurrido a eurozona esta semana.

Los factores que explican el importante avance de la economía española en los últimos seis meses se generaron fuera del país. De hecho, la demanda nacional —el gasto y la inversión que se generan dentro del Estado— ha retrocedido con fuerza en los dos últimos trimestres y no solo no ha aportado, sino que han restado crecimiento a la economía.

Las diferencias en las dos últimas lecturas del PIB en España y en la eurozona se explican, precisamente, por estos factores. Mientras que la economía española logró avanzar un 0,5% en el cuarto trimestre de 2022 y en el primero de 2023, la producción del conjunto de los países del euro se contrajo un 0,1% en ambos. Si se entra a diseccionar cómo se han formado estos porcentajes se observan muy bien las diferencias.

En el caso de España, el sector exterior (exportaciones e importaciones) aportó 1,3 puntos al crecimiento de la economía registrado en el primer trimestre. Por su parte, la inversión sumó otras dos décimas más, mientras que el gasto en consumo final restó 1,1 puntos de PIB. Sin embargo, en el conjunto de los países del euro, aunque el sector exterior también tiró, su aportación al PIB (siete décimas) no fue suficiente como para compensar la caída en el consumo y la inversión (cinco y tres décimas, respectivamente). 

Dicho de otra forma, aunque la caída en el consumo en el arranque de 2023 restó el doble de crecimiento a España que a la eurozona, la aportación del sector exterior en la economía española duplicó la registrada en el conjunto de los países del euro. Un movimiento suficiente para mantener en positivo el crecimiento en España pese a haber registrado uno de los desplomes del consumo nacional más acentuados de toda la UE.

Además, si diseccionamos el sector exterior español aparece un protagonista indiscutible: el turismo extranjero. El gasto de los hogares no residentes en España (el cajón de la contabilidad nacional donde se refleja el impacto del turismo internacional) aportó por sí solo 2,1 puntos de crecimiento en el principio de año. Una aportación que supuso, indiscutiblemente, la mayor de todas las partidas que componen el cálculo del PIB. El gasto turístico internacional fue capaz de compensar el efecto negativo de las importaciones, que restaron 1,4 puntos de crecimiento.

La contribución del turismo al crecimiento económico se refleja también en las estadísticas de llegadas y gasto de viajeros internacionales. Los últimos datos apuntan a que en los cuatro primeros meses de año han visitado España 21 millones de turistas que se han gastado 25.681 millones de euros, un 15% más que la cifra registrada en el arranque de 2019. Los datos de empleo también apuntan en la misma dirección. De los alrededor de 700.000 puestos de trabajo que se han creado en España hasta mayo, unos 300.000 lo han sido en sectores asociados al turismo (alojamiento, bebidas y comidas y agencias de viaje).

La otra clave que explica por qué España ha conseguido esquivar (por el momento) la recesión técnica está en el mejor comportamiento de la inversión y de las importaciones en comparación con la eurozona en los estertores del año pasado. En el tramo final de 2022, la caída de la inversión (formación bruta de capital) en España fue menos acusada que en el conjunto de países del euro. 

El sector exterior fue también el motor de la economía en el último trimestre del año, pero no por el turismo internacional —que pinchó y restó casi un punto de crecimiento—, sino por la caída de las importaciones de bienes, que se redujeron en un 4,3% en comparación con el tercer trimestre. Este frenazo en las importaciones de bienes, reflejo de una demanda nacional más baja, se convirtió en el principal impulsor del PIB en el tramo final de 2022 al aportar 1,6 puntos de crecimiento.

¿Y ahora, qué?

Tras dos trimestres consecutivos en los que España ha logrado crecer claramente por encima de la media europea, el interrogante está en si será capaz de mantener ese ritmo lo que resta del año. La mayoría de analistas coinciden en que los datos económicos de este segundo trimestre todavía en curso serán aún mejores que los vistos hasta ahora. La incógnita está en qué pasará en la segunda mitad del año.

Los últimos datos del PMI publicados —un indicador que suele anticipar con bastante precisión el PIB— sitúan a la economía española todavía en territorio expansivo este trimestre, pese a que la industria está contrayéndose. Además, los datos de afiliación que llegan desde la Seguridad Social son esperanzadores. En abril la creación de empleo marcó un récord histórico para ese mes, y en mayo el empleo avanzó con casi 200.000 nuevos puestos de trabajo. 

El talón de aquiles para la economía española a medio plazo está en el consumo de los hogares españoles, que lleva dos trimestres seguidos lastrando el crecimiento. Las familias acumulan ya varios meses sufriendo los efectos de una inflación sin precedentes en cuarenta años y, a la vez, se están teniendo que tragar la medicina amarga del Banco Central Europeo (BCE) en forma de subidas de tipos de interés para tratar de controlar los precios.