OPINIÓN

Trump y los tribunales

El expresidente Donald Trump habla en un acto de campaña el jueves 27 de abril de 2023, en Manchester.
El expresidente Donald Trump habla en un acto de campaña el jueves 27 de abril de 2023, en Manchester.
Charles Krupa / LA PRESSE
El expresidente Donald Trump habla en un acto de campaña el jueves 27 de abril de 2023, en Manchester.

En 1999, un decrépito Boris Yeltsin se sentía bajo presión para abandonar la presidencia de Rusia. Su deseo personal no era, necesariamente, morir en el poder, pero no podía bajarse del cargo sin antes asegurar su inmunidad. Después de años en el Kremlin, la lista de posibles delitos cometidos podía conducir a Yeltsin a prisión. ¿Cómo resolvió el problema? Pactó con Vladimir Putin un recambio al mando del país, con la contraprestación de que el nuevo presidente se encargaría de que nadie pretendiera llevar al presidente saliente ante los tribunales de justicia. Así, Yeltsin nombró a Putin primer ministro, después le cedió la presidencia interina y, tres meses más tarde en unas elecciones russian-style, Putin confirmó su cargo. Pasado un tiempo, Yeltsin murió sin mácula penal alguna. Putin puede estar pensando en un procedimiento parecido para su futuro.

En Estados Unidos, una de las primeras decisiones que adoptó Gerald Ford cuando sustituyó al dimitido Richard Nixon fue dar un perdón presidencial (un indulto, en terminología española) a su antecesor. El caso Watergate le forzó a dimitir, pero no le llevó a prisión, como sí ocurrió con algunos de sus colaboradores.

Días antes de que Joe Biden jurara como presidente el 20 enero de 2021, se rumoreó que Donald Trump iba a hacer algo inédito hasta ese momento: concederse a sí mismo un perdón presidencial antes de dejar la Casa Blanca, para evitar que las múltiples fechorías de su mandato terminaran con el inminente expresidente ante un tribunal. Finalmente, no hubo tal 'autoperdón', probablemente porque sus asesores jurídicos se lo impidieron, temerosos de que esa medida fuese declarada inconstitucional y Trump sufriera más por el remedio que por la enfermedad.

Pero ahora, Trump se encuentra ante un estrecho marcaje de los tribunales, cuando está metido de lleno en su campaña para regresar al Despacho Oval. Y uno de los motivos que le mueven –más allá del inverosímil amor que siente por sí mismo– es la inmunidad que conseguiría si vuelve a ser presidente.

Trump está empeñado en que sus problemas se deben a un lawfare (una persecución político-judicial del estado profundo, que instrumentaliza a los tribunales en su contra) para evitar su victoria en 2024, lo que muestra que todos los populismos son iguales, porque es lo mismo que suelen decir algunos dirigentes de la extrema izquierda española cuando se investigan actividades sospechosas que hayan podido protagonizar. La realidad es que la tarea más habitual de Trump, tanto antes como durante y después de su presidencia, ha sido acercarse al límite del delito y, probablemente, superarlo. La justicia ya se lo está avisando.

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