OPINIÓN

¿Win-win?

Mazón, este martes, en la reunión con la delegación de Vox.
Mazón, este martes, en la reunión con la delegación de Vox.
Rober Solsona / EP
Mazón, este martes, en la reunión con la delegación de Vox.

Y a la ‘primavera valenciana’ le sigue el ‘verano valenciano’. PP y Vox pactan acuerdos para gobernar la Comunitat de manera fulgurante, para sorpresa de oposición y analistas políticos, que esperaban una demora generalizada en toda España ante el adelanto electoral de Pedro Sánchez.

El pacto muestra que Feijóo y Abascal no van a tener problemas a priori para formar gobiernos. Son conscientes de que una gran parte de su electorado no comprendería que no llegaran a acuerdos para poner fin al ‘sanchismo’, de la misma manera que una mayoría de votantes del PSOE y Podemos no entendieron en su día por qué Sánchez y Pablo Iglesias no fueron capaces en un primer momento de poner fin al ‘marianismo’.

En el caso valenciano Vox partía con desventaja. Carlos Flores contaba con un pecado original por su condena por maltrato. Un hecho que le ha incomodado sobremanera durante la campaña y que evidenció en algunos debates electorales. Y cuando un púgil muestra al adversario una debilidad en su guardia, es cuestión de tiempo el golpe definitivo.

Mazón y Génova han actuado con habilidad. Eran conscientes del efecto que podía tener en su gobierno y en las elecciones generales tener a Carlos Flores en el gobierno de la Comunitat. Pedro Sánchez sin duda lo iba a utilizar. Para desarbolar a Vox han utilizado la típica estrategia del poli bueno y el poli malo. Borja Sémper, desde Génova, mostró el palo, y el líder del PP valenciano, la zanahoria. A Vox no le ha quedado otra que meter a Flores como número uno en las listas de las generales. Marchará a Madrid de igual manera que algunos eurodiputados a Estrasburgo: mediante patada hacia arriba, esto es, como remedio contra los versos sueltos y los ‘jarrones chinos’, que diría Alfonso Guerra. Eso sí, hay que reconocer que Flores ha accedido tras obtener un buen acuerdo para su formación en Valencia.

Valencia una vez más marca el inicio de lo que puede ser un cambio político (con permiso de Castilla y León). Ahora queda por ver si Pedro Sánchez es capaz de sacar tajada del asunto y si la estrategia del 'dóberman' en esta ocasión da réditos.

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