Hace unos días conocí una nueva palabra que se utiliza para determinar esos momentos en los cuales la gente comparte espacio y tiempo, pero no interactúa debido a que está inmerso en el mundo virtual que Internet le ofrece. El término phubbing es como se llama a la acción de ninguneo a otra persona a causa del uso del teléfono móvil. 

Posiblemente, la mayoría de las personas que están leyendo estas líneas sepan qué sensación es a la que me refiero, ya sea porque la practican o porque ven cómo otros caen en esa costumbre. Personalmente me da mucha pena cuando veo parejas que salen a cenar y disfrutan de una velada pegadas cada cual a su teléfono, y mucha más me da cuando veo adolescentes en un parque que quedan para sentarse en un banco y cada uno estar respondiendo a sus conversaciones virtuales sin prestar atención al entorno.

Un informe de Qustodio alerta de que la mitad de los españoles reconoce que el uso del móvil le afecta a su vida familiar, un tercio reconoce que le crea problemas en sus hogares y el 80% de los jóvenes dice tener miedos irracionales relacionados con el hecho de estar sin móvil. Sabíamos que la tecnología nos iba a ayudar, de hecho, vivimos en una sociedad donde dependemos tanto de ella que hay que estar a favor de que se vaya desarrollando. 

El problema está cuando esta es capaz de hacer que nuestro tiempo, nuestra salud o nuestras relaciones sociales acaben mermados y pasando a un segundo escalón en la lista de prioridades. Los periodistas bien saben que se les va la vida entre tuit y tuit, pero hay que saber poner los límites.

Conversar con un hijo, un padre, un abuelo o un amigo es algo que algún día tristemente no podremos volver a repetir. La naturaleza es así. Y si no queremos ese tipo de relaciones sociales pensemos en lo que decía Leiva en una entrevista. El cantante aludía a la sobreexposición de información a la cual estamos sometidos constantemente, que hace que nos dediquemos menos tiempo a nosotros mismos. 

Y es cierto que la gente ya no se para a reflexionar como antaño aprovechando momentos como la sala de espera del dentista o un trayecto en metro, perdiendo la ocasión de poder cultivar algo tan importante para el ser humano como es el 'yo' interior y los dilemas que cada uno tiene con su conciencia. Con el tiempo agradeceremos aparcar el móvil de vez en cuando.