Mario Garcés Jurista y escritor
OPINIÓN

Ventrílocuos

Mari Carmen y sus muñecos con doña Rogelia.
Mari Carmen y sus muñecos con doña Rogelia.
Mari Carmen y sus muñecos con doña Rogelia.

Morir, hemos de morir, solos o en compañía de otros. Mari Carmen, al decir de la mayor parte de los diarios patrios, murió junto a sus muñecos. La generación EVAU no sabe lo que es un ventrílocuo, como tampoco sabe lo que es un hombre orquesta ni lo que eran las exposiciones de miniaturas móviles. 

Hubo un tiempo, no muy lejano, en el que la fantasía y la fábula no formaban parte de una consola digital, sino que el mito y la ilusión se fabricaban en la interpretación. Era pura magia presencial. Por eso, el arte del ventrílocuo era mítico, porque nos enfrentaba al dilema de nuestra subjetividad cruzada. Contemplábamos ensimismados al hombre frente al muñeco, y costaba discernir quién daba vida a quién. Ventrílocuos a muñecos o viceversa.

Mari Carmen fue además la primera mujer que triunfó en el arte del ventrilocuismo, en un mundo plagado de hombres que echaban la voz desde el vientre. Y dio voz al pato Nícol y al león Rodolfo, reanimando objetos con identidad masculina. Cierto es que si bien la mayor parte de sus diálogos no soportaría las restricciones de las nuevas convenciones lingüísticas y morales, hay otras conversaciones que vinieron a anticipar el final del tardofranquismo.

El muñeco era un canal de distracción, de modo que todas las transgresiones se le imputaban, confiriéndole identidad propia. No era Mari Carmen la autora del exabrupto o del comentario sicalíptico, sino que el muñeco se había emancipado ante la cara escandalizada de la artista. La identidad del artista, con el ventrilocuismo, se desdibuja, incluso desaparece, y se presenta como otra identidad paralela en forma de muñeco. El teatro es el arte de la representación mientras que el ventrilocuismo es el arte de la presentación. La magia, por su parte, esconde secretos y liturgias que el ventrilocuismo no oculta.

No en vano Dios hizo vida humana de una estatua de barro, y dejó que el hombre hablase por sí mismo. Como Pigmalión, rendido de amor, besó la escultura de marfil que él mismo había concebido, y cuando sintió la calidez de sus labios comprobó que su creación vivía. Como en el mundo animal, existen ventrílocuos como esa rana brasileña que nunca se sabe dónde está, si a la derecha o la izquierda, si lejos o cerca, si delante o detrás. Será una rana tránsfuga.

Los ventrílocuos han aspirado siempre a ser dioses menores en un mundo donde las voces ya son ruido. En la era del leviatán cibernético, lo más parecido al muñeco es el cíborg, un Golem formado por entrañas inorgánicas que aspira a obtener su propia autonomía. Los niños que nacen ahora difícilmente sabrán quién fue doña Rogelia, acaso el primer avatar de los últimos cincuenta años. Búsquenla en el cementerio del metaverso.

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