Internacional

Las 24 horas que han paralizado al mundo y puesto a Putin contra las cuerdas: Wagner ha avanzado 1.000 km por Rusia sin oposición

Esquema aproximado de la marcha del Grupo Wagner de estos dos días.
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Todo el mundo observaba a Rusia y contenía la respiración. Nunca antes la Rusia moderna ha estado tan cerca de un golpe de estado o una guerra civil como en las menos de 24 horas que han transcurrido entre la decisión de los mercenarios del Grupo Wagner de marchar hacia la capital, Moscú, y finalmente, su frenazo a unos 200 kilómetros de la ciudad.

Fue la mediación del presidente bielorruso, Alexander Lukashenko, la que disuadió al jefe de Wagner, Yevgeni Prigozhin, de que avanzara sobre la capital, cuando estaba, según algunas fuentes, ya en la región de Tula, a unos 200 km del Kremlin, tal y como dijo el propio Prigozhin en su declaración para anunciar el aborto de la misión.

Con el objetivo, según el oligarca, de evitar un derramamiento de sangre rusa, sus tropas se retiran a sus bases después de una marcha de aproximadamente 1.000 kilómetros que ha supuesto un grave síntoma de debilidad del régimen autocrático de Putin y de consecuencias aún desconocidas. En teoría, ambas partes deberán ahora negociar para destensar una relación que ha venido debilitándose en el contexto de la guerra de Ucrania.

Prigozhin contra Shoigu y Gerasimov

Los mercenarios de Wagner han sido la punta de lanza de la invasión rusa en Ucrania, pese a los notables desencuentros que ha habido entre la cúpula del ejército ruso, encarnado en el ministro de Defensa, Sergei Shoigu y el jefe del estado mayor, Valery Gerasimov, con Prigozhin.

El jefe de los mercenarios, un hombre de la confianza de Putin, ha reclamado durante meses más apoyo logístico, armamentístico y de personal para sus soldados, y no ha dudado en atacar directamente a Shoigu y Gerasimov, llegando a decir que engañaban a Putin.

Pero todo se rompió en pedazos tras la retirada de los mercenarios del escenario de Bajmut para darle el control de la ciudad ucraniana a las tropas regulares. Las críticas de Prigozhin escalaron hasta acusar directamente a las tropas rusas de atacar posiciones de Wagner en su retirada. Fue entonces cuando el conocido como 'chef de Putin' decidió emprender una marcha por el interior de Rusia buscando venganza: "Somos 25.000 y vamos a averiguar por qué hay un caos en el país", dijo. Era aún viernes por la tarde.

Wagner cruza la frontera y entra en Rostov

Al filo de la media noche (hora peninsular española), Prigozhin anunciaba que habían cruzado la frontera y que sus tropas estaban entrando en Rostov del Don, una de las ciudades más importantes del sur de Rusia, donde el jefe de los mercenarios dijo que fueron recibidos sin oposición. Mientras, el FSB (el heredero de la KGB), ya había instado a Prigozhin a que cesara en su plan.

Ya en las primeras horas del sábado, las noticias eran alarmantes. Wagner confirmaba que habían derribado un helicóptero ruso que había abierto fuego contra sus columnas, y Moscú empezó a tomarse en serio la marcha de los de Prigozhin: el FSB y el ejército implementaron medidas antiterroristas en Moscú y su región, anunciaron controles en carreteras y pidieron a los ciudadanos que no circularan por las vías del sur de la capital. El portavoz del Kremlin, Dmitri Peskov, dijo que Putin ha sido informado de todos los acontecimientos y que se estaban tomando las medidas necesarias.

Al amanecer, Prigozhin anunció que sus soldados tenían bajo control el Estado Mayor de las fuerzas rusas en la ciudad de Rostov, donde se reunió con el viceministro de Defensa Yunus-Bek Evkurov y el subcomandante del Estado Mayor, Vladimir Alexeev, que no fueron capaces de disuadir a Prigozhin de sus planes, ya que sus exigencias eran claras: las cabezas de Shoigu y Gerasimov. Por ello, la decisión estaba tomada: marcharían hacia Moscú.

Putin amenaza, Prigozhin se envalentona

El sábado por la mañana, Putin rompió su silencio y fue muy duro con los amotinados, incluido su otrora hombre de confianza Yevgeni Prigozhin: "El que organizó y preparó la rebelión militar traicionó a Rusia y responderá por eso", dijo Putin, que instó a los rebeldes a que depusieran su actitud y que los amenazó con duras represalias. Putin llegó a comparar la situación con la Revolución de 1917 y se refirió al golpe como "una puñalada en la espalda a nuestro país y a nuestro pueblo".

La respuesta de Prigozhin no se hizo esperar: negó ser un traidor y dijo que Putin estaba equivocado. Es más, se reafirmó en su posición: "Nadie piensa entregarse por exigencia del presidente, del Servicio Federal de Seguridad (FSB) o quien sea".

Mientras, cargos políticos rusos y líderes regionales mostraban su adhesión a Putin, mientras que otro de sus grandes aliados, el líder checheno Ramzam Kadirov, anunciaba la movilización de sus tropas para sofocar la revuelta de los soldados de Wagner.

Pero la tensión estaba lejos de relajarse. La inteligencia militar ucraniana informaba en torno al mediodía que Moscú se preparaba para lo peor: un asedio militar en toda regla, por lo que la ciudad estaba completamente aislada por transporte público, con la llegada de material militar de otras regiones y con un insistente rumor: que Putin había tomado el avión presidencial y había huido del Kremlin con destino a San Petersburgo, noticia desmentida por el gobierno ruso.

Al mismo tiempo, y para frenar el avance de Wagner, se estaban fortificando las localidades del camino a Moscú desde el sur, llegándose incluso a destruir carreteras, mientras que los mercenarios denunciaban que las tropas rusas estaban atacando con fuego de artillería sus posiciones. El choque, de inimaginables consecuencias, parecía inminente.

El alcalde de Moscú, Serguéi Sobianin, admitió que la situación era difícil, dijo a sus ciudadanos que la ciudad estaba en alerta antiterrorista y llegó a decretar el lunes como festivo. El gobernador de la región de Lipetsk, a poco más de 300 km de Moscú, informaba del paso de los mercenarios, y Putin se ponía en comunicación con sus homólogos turco, kazajo, uzbeko y bielorruso.

Interviene Lukashenko y se abren las incógnitas

Precisamente, este último, Alexander Lukashenko, ha sido la figura clave para que finalmente, Prigozhin y sus secuaces abortaran la misión. En torno a las seis de la tarde (hora española) de este sábado, y cuando su columna estaba a unos 200 kilómetros de Moscú, Prigozhin anunciaba su retirada, extremo que había adelantado antes el gobierno bielorruso.

Con el fin de evitar "un derramamiento de sangre", "nuestras columnas dan media vuelta y regresamos a nuestras bases de acuerdo al plan", dijo Prigozhin. En teoría, se abre ahora una negociación con muchas incógnitas: ¿será castigado Prigozhin? ¿Caerán Shoigu y Gerasimov, como quiere el líder de los mercenarios? ¿Sale indemne del amago golpista el propio Putin? ¿Aprovechará este caos y esta debilidad Ucrania en su contraofensiva? 

La famosa frase sobre Rusia pronunciada en 1939 por Winston Churchill  ("es un acertijo, envuelto en un misterio, dentro de un enigma") parece más acertada y vigente que nunca. 

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