Mario Garcés, autor de 'Últimos días en Trípoli': "El siglo XXI es el de la estupidez, el infantilismo y las redes sociales para idiotas"

fotografo: Jose Gonzalez [[[PREVISIONES 20M]]] tema: Mario Garcés. PP
Mario Garcés, fotografiado en las calles de Madrid.
JOSÉ GONZÁLEZ
fotografo: Jose Gonzalez [[[PREVISIONES 20M]]] tema: Mario Garcés. PP

Mario Garcés (Jaca, Huesca, 1967) es como la Santísima Trinidad pero en versión terrenal: temprano jurista e inspector de Hacienda, llegó tiempo después a la política y desembarcó finalmente en la literatura como un náufrago en una isla desierta, feliz de pisar tierra firme y amiga. Tres caras de un hombre que parece un tipo duro, y que, sin embargo, alberga  anécdotas curiosas, como cuando viajó en los 80 a Nueva York con José Antonio Labordeta tocando la bandurria para pedir la autonomía de Aragón, su patria chica. Ya de político, como Secretario de Estado de Fomento, ordenó la emisión de unos sellos con la cara de un paisano universal, Paco Martínez Soria, y de Lina Morgan, por miedo a que se perdiera su memoria cinematográfica. El humor y lo serio dándose la mano en un gesto fraternal define bien la personalidad de Garcés.

Autor de varios libros, como Historias de España que nadie te había contado, Tengo algo que decirte, El antipríncipe, Episodios extraordinarios de la historia de España, entre otros, y colaborador de este periódico, Garcés escribe siempre en la cocina de su casa. Cuesta imaginarlo entre cazuelas y el microondas dando rienda suelta a su inventiva, que suele estar fundada en la verdad que la historia nos ha legado. De allí, de los abismos de la documentación, llega su último título Últimos días en Trípoli (Pinolia), la vida real de Irene de Souza, hija del cónsul español que en un destino de abandono tejió su propio destino libre y sin ataduras a comienzos del siglo XIX. Esta mujer incómoda, como la define el propio Garcés, es la excusa para un gran argumento sobre un reducto de África habitado por españoles casi olvidados, pero no dispuestos a rendirse a la nostalgia.

¿Ha visitado Trípoli, donde sucede su novela?No. Me pasa como en el anterior libro, La huella de España en la Ruta 66, que no he hecho nunca la Ruta 66. La literatura la concibo como es una forma de evasión, de comprensión de horizontes que yo no he vivido, es una forma de escapismo. Por eso, escalo realidades a través de la literatura, para explorar esa parte que no he vivido. Pero después de haber escrito la novela, tengo la seguridad paranormal, de conocer bien Trípoli.

De que se escapa usted, ¿de su trabajo como funcionario, de la política...?Fundamentalmente, me escapo de la peor versión de la política, que tiene un componente demoledor desde el punto de vista racional y emocional. La literatura es necesaria, es donde cada uno crea su universo, que es mucho más coherente y mucho más plácido. Yo espero que la literatura me siga siendo útil en los próximos años como vía de escape.

¿De dónde le vino la inspiración para esta historia?Fue circunstancial, porque después de mi anterior libro, la editorial me pidió emulara esa línea argumental en el norte de África. Estaba recopilando historias de españoles desde El Cairo hasta Dakar. Y surgió esta que viene de la investigación de una profesora de Murcia sobre la correspondencia que había entre el consulado y el Ministerio de Asuntos Exteriores. Me pareció que había una base narrativa tan potente, que al final dejé lo que inicialmente iba a hacer y me concentré en una novela. Se convirtió en la historia brutal de una mujer única en el comienzo del siglo XIX.

¿Es Irene de Souza una heroína o un personaje excéntrico y complejo?De acuerdo con la correspondencia de la época, era una mujer incómoda. A partir de allí, convertir en mártir o en heroína a un personaje, forma parte de la metabolización que hacen el lector y el autor. Era una mujer diferente, no era adelantada a su tiempo, pero quiso romper todo tipo de barreras morales. En ese sentido se convierte en una mujer fuera del sistema, del orden moral. Y fuera de esas convenciones, asume los riesgos que le pueden llegar, incluida su propia muerte.

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Garcés ha tenido varios cargos públicos con el PP.
JOSÉ GONZÁLEZ

Ahora se cuestiona mucho el ministerio de Igualdad, que es muy incómodo para muchos. ¿Qué se dirían la Irene de su novela y la Irene Montero de la actualidad, se entenderían?Eres la primera persona que hace esa asimilación. Yo sí lo había pensado. Fui Secretario de Estado de Servicios Sociales (en el gobierno de Mariano Rajoy). Por lo tanto, es una de esas historias que se enhebra en la de tantas mujeres que rompieron con los tabúes, con las rigideces morales de la época. Creo que ambas son muy diferentes. Irene Montero está dentro de sus convicciones, equivocadas o no, en un mundo en que el que la igualdad ha avanzado positivamente, ella ha podido hacer su programa ideológico. Y lo hace en un contexto democrático y con pleno apoyo institucional. Irene de Souza lo hace sola; no tenía ningún apoyo, y cualquier movimiento que hacía era perturbador. Los únicos apoyos eran emocionales y sexuales en aquella época. Irene de Souza se parece más a una mujer iraní que se quiere quitar el velo que a Irene Montero. Porque Irene de Souza lo hacía en un ambiente adverso por completo.

¿Si hubiera sido secretario de Estado, por ejemplo, de Pesca y Agricultura, habría sentido esa simpatía por el personaje?Yo he sentido siempre una gran atracción por las historias de mujeres que a lo largo de los años han marcado procesos de liberación, de emancipación, de ruptura. Ya antes de ser Secretario de Estado tenía una gran sensibilidad por estos temas, y parte de mis obras literarias contienen historias transgresoras, de mujeres que rompieron todo tipo de filtros. Incluso mis artículos versan sobre esas mujeres, que fueron pioneras en provocar esos cambios que a veces no se producían, pero que allanaban el camino a la libertad de otras mujeres audaces, probablemente suicidas. La atracción que tengo por los personajes femeninos es enorme, ahora estoy dando vueltas a otros dos.

Adelántenos algo, por favor.Una es la pintora Leonora Carrington, desde la perspectiva de cuando estuvo en España. Fue violada, abandonada, la llevaron a un sanatorio siquiátrico en Santander. Me gustaría contarla desde el punto de vista de los maltratadores, para que se vea qué España vivíamos entonces. Y otra mujer, Alice Gordon Gulik, una mujer de Boston, que se vino a España a fundar el Colegio de Mujeres de España, de donde salieron las primeras mujeres universitarias. Sufrió muchísimo: la apedrearon en Santander, se fue a San Sebastián y terminó en Madrid, donde fundó el Instituto Internacional de Mujeres en España.

¿Le parece más seductor el dolor que la felicidad para escribir?El dolor femenino es de superación, de esfuerzo, de cambio. Y todo cambio se basa en el dolor porque se rompe con los contornos de lo normal, de lo natural.

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Mario Garcés preparada dos historias nuevas.
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¿Cómo se hace el triple salto mortal de la economía, a la política y a la literatura?La política no aporta nada a la literatura, tal y como está entendida actualmente, como un ejercicio muy infantiloide, de poder. La economía aporta orden a la literatura y mi condición de aragonés también influye en mi faceta literaria. Si necesito hacer un libro en dos semanas lo hago.

Si el médico le dijera que el estrés de tanta actividad va a acabar con usted ¿a qué renunciaría?Para mí, la política, a la que he dedicado los últimos años de mi vida, no es mi actividad prioritaria para nada, aunque se me conozca más por mi actividad parlamentaria, por los cargos que he ocupado. Para mí la literatura es más esencial, porque es muy íntima, no hay impostura, es una vía en la que uno se manifiesta creando. Hay absoluta libertad, no te constriñe nadie como lo hacen las costuras de tus organizaciones políticas. Yo fui inspector con 23 años, mi condición política está allí, pero la literaria es la que me da mayor libertad. Yo soy un liberal y los liberales lo que hacemos es afanarnos por la libertad.

Yo respeto al millón de lectores de Carmen Mola, pero nunca leería a Carmen Mola

Su personaje es apasionada de la filosofía. ¿Usted también?En primer lugar, el personaje de Irene de Souza era ilustrado y era muy importante que quedara así reflejado. Todo el conocimiento enciclopédico que tenía el padre lo traspasó a la hija. Y es la irrupción del krausismo y del liberalismo, y la filosofía es una forma de entendimiento del mundo. Y ella profesaba un gran sentimiento y necesidad de conocer el mundo desde el punto de vista ontológico, filosófico y sociológico. Por eso tenía grandes lecturas. Este mundo en el que estamos viviendo ahora es el mundo de la estupidez. El siglo XXI es el de la estupidez, del infantilismo, de la red social para idiotas. Mujeres y hombres que leen, que tienen la capacidad para reflexionar, deberían ocupar los mejores puestos, los reservados al talento. Irene era una mujer que cultivó su inteligencia, se puede participar o no de su pensamiento, pero el conocimiento siempre está allí y la filosofía está en la base de ese saber.

¿Qué Irene de Souza hay en la vida de Mario Garcés?Mis relaciones con las mujeres siempre han sido complejas, muy ricas. Irene es la síntesis perfectas de muchas mujeres que he conocido, que me han hecho aprender muchísimas cosas en el ámbito político, en el creativo, profesional. En ella se centralizan gran parte de las virtudes de esas mujeres que han ido rompiendo prejuicios sociales. He conocido mujeres valientes, también con instinto de autodestrucción. Es una combinación de tantas y tantas mujeres que han pasado por mi vida y que me han hecho mucho mejor. Por lo demás, no doy nombres ni hablo nunca de mi vida privada, soy un congelador de emociones.

Ha escrito en algunos libros junto a otros escritores como Lorenzo Silva y Zoe Valdés. ¿Quién le gustaría que le convocara para un libro de relatos? Me gustaría escribir como con Juan Manuel de Prada, amigo, uno de mis grandes referentes y con Mario Vargas Llosa. Me gustaría, pero eso no depende de mí.

¿Qué lee si aún le queda tiempo?Pues cada vez leo menos, por tiempo. A diferencia de lo que me ocurría hace años, en que leía sin parar. De hecho, tengo más 15.000 libros, guardados por todos lados, mi vida es un poco desordenada, comprados, algunos regalados. Hubo una época en la que me daba igual, terminaba uno y empezaba el que fuera. Ahora soy muy, muy selecto. Tengo poco tiempo y no lo puedo emplear en la mala literatura que en el siglo de los idiotas se está imponiendo. Yo veo premios literarios en España, donde las obras son sencillamente nefastas. Yo respeto al millón de lectores de Carmen Mola, pero nunca leería a Carmen Mola.

La sociedad entre hombres y mujeres no es igualitaria. Pero no podemos combatir el machismo con el hembrismo

¿Es más fácil encontrar argumentos en el pasado que en el presente para hacer ficción?El pasado siempre es evocador porque tiene un misterio en la realidad moldeable. España es un país de pasado imprevisible. La literatura lo demuestra. El presente literario es muy rico, evolucionaremos a novelas muy simples y directas y comerciales. Habría que escribir la nueva hoguera de las vanidades, el mundo se está vaciando, nos estamos transformando. En ese vaciamiento no se escribe todo lo que se debería escribir, el Leviatán digital está provocando monstruos. Ese canal es pujante, pero a la vez devora. Ese proceso de fagotización no está suficientemente mostrado en la literatura.

¿Cree que la sociedad actual ha equilibrado ya los derechos entre hombres y mujeres? No, rotundamente, no. Que hay igualdad jurídica, eso sí. España ha avanzado y es evidente, pero que hay una desigualdad material es un hecho cierto. Se demuestra en la brecha salarial, unos 20 puntos, que no es lo mismo que discriminación salarial, o sea, hay algo no está funcionando. Al machismo no se le combate con el hembrismo, sería repetir el error de siglos. Hay que seguir luchando. Es evidente que la igualdad social no existe, pero también digo que cualquier exceso que lleve a combatir el machismo con el hembrismo sería un error histórico.

¿Hay una especie de resurgimiento de los escritores aragoneses? ¿A qué se debe?Yo tengo una percepción y es que Aragón es una tierra de personas ilustradas, lo mismo que pasa en Extremadura. Somos gente de renta media baja con una formación muy buena, la forma de entender sigue siendo una de las mejores formas. Nos inoculan a todos durante muchas generaciones, el virus de la creatividad, sobre todo tras la Transición. 

Portada del libro
Portada del libro, de editoria Pinolia. Número de Páginas, 284. Pvp: 27,95 euros.
ICEDIDA
Rosa Ballarín
Periodista Cultural '20minutos'

Licenciada en Periodismo por la Complutense. Trabajé en los principales medios de Aragón (Heraldo, televisión regional, El Día...); en el grupo Hearst: Supertele, Elle, Diez Minutos, Agency Hearst (publicidad editorial). En la editorial Roca. Unidada Editorial: Fuera de Serie.

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