Borja Terán Periodista
OPINIÓN

La noche que El Hormiguero se convirtió en el cara a cara más decisivo: Pedro Sánchez versus Pablo Motos

Pablo Motos con Pedro Sánchez en El Hormiguero
Pablo Motos con Pedro Sánchez en El Hormiguero
Atresmedia
Pablo Motos con Pedro Sánchez en El Hormiguero

Uno de los mayores morbos de toda la campaña electoral va a ser el cara a cara que ha protagonizado Pablo Motos y Pedro Sánchez esta noche de martes. Sí, cara a cara. Porque, al final, la entrevista de Pablo Motos a Pedro Sánchez ha sido un primer cara a cara. Porque Pablo Motos ha representado al español cabreado con Pedro Sánchez, mientras Pedro Sánchez parece haber comprendido que la única forma de desactivar las críticas más simples es no permitir que hablen por uno. Y así se ha producido un interesante choque sociológico, pues ha sido como ver a Pedro Sánchez acudiendo a la tasca a rebatir todo lo que se comenta en los bares. Incluso intentando, a su manera, explicar la diferencia entre mentir y evolucionar la opinión fruto de las circunstancias.

Pero no son buenos tiempos para las circunstancias que explican el todo. Los matices no están de moda. Funciona más la pasión irracional que moviliza nuestras emociones. Por consiguiente, era fácil ir con uno o con otro dependiendo de creencias y vehemencias. Hasta cuando Pablo Motos estaba callado y atendía a Sánchez recordaba aquella descripción tan atinada que verbalizó un día Carmen Maura sobre el presentador: no puede disimular lo que está pensando, su comunicación no verbal proyecta en su rostro todos los estados de ánimo. Hasta la irritación de cuando alguien no te cae nada bien. Y tampoco sabes muy bien por qué.

A la política española le costó entrar en los programas de entretenimiento. Hace años, para un político acudir a un varietés era rebajarse. Y que le sentenciaran por ello: la oposición lo utilizaría como arma arrojadiza para desprestigiar. Ahora, en cambio, los grandes partidos ya han interiorizado que necesitan los programas de máxima audiencia para llegar a amplios públicos. Porque mientras algunos agoreros afirman que la televisión tradicional está agonizando, la realidad es que para vender un libro, visibilizar una película o intentar convencer votantes indecisos hay que pisar el plató de El Hormiguero, uno de los pocos espacios de entretenimiento que congrega dos millones de espectadores al unísono frente al televisor. Con Pedro Sánchez se elevó a 2.922.000 espectadores de media y 5.954.000 de contactos únicos en algún momento con Antena 3.

Los públicos están cada vez más fragmentados ante la marabunta de medios y redes. Hay más formas de estar comunicados pero,  a la vez, participamos en núcleos informativos donde se retroalimentan nuestros gustos, aspiraciones y creencias. Nichos con referentes propios que no necesitan ni siquiera trascender de ese entorno. Ante este consumo de contenidos en pompas según afinidad, la televisión generalista ha tenido que compartir audiencia con otras ventanas, aunque se mantiene como el gran medio de masas millonarias. 

La tele sigue siendo el mejor escaparate para presentarse a la sociedad de manera transversal. Incluso para darse a conocer ante aquellos a los que es más difícil hablar en primera persona, porque habitan el entretenimiento en lugares de intereses más específicos o creencias muy arraigadas. De ahí que a los principales líderes políticos en campaña electoral les interese más pisar el plató de Pablo Motos que el Telediario. El primero es seguido también por las personas que no están atentas a la información periodística pura y dura. 

Como consecuencia, Pedro Sánchez y Alberto Núñez Feijóo son los grandes invitados de la semana de cierre de temporada de El Hormiguero, junto a Maluma y Bizarrap. El periodismo es lo de menos. Quizá porque, entre tanto tuit, tertulia y estribillo ("Si puede hacer las respuestas más cortas", dijo Motos), hemos terminado olvidando que la política es el rigor de la gestión y no se puede comentar al estilo de un evasivo reality show en el que, encima, el presentador farda de no votar  como si eso denotara un síntoma de integridad. O algo. 

Periodista

Licenciado en Periodismo. Máster en Realización y Diseño de Formatos y Programas de Televisión por el Instituto RTVE. Su trayectoria ha crecido en la divulgación y la reflexión sobre la cultura audiovisual como retrato de la sociedad en los diarios 20 minutos, La Información y Cinemanía y en programas de radio como ‘Julia en la Onda’ de Onda Cero y 'Gente Despierta' de RNE. También ha trabajado en ‘La hora de La 1' y 'Culturas 2' de TVE, entre otros. Colabora con diferentes universidades y es autor del libro 'Tele: los 99 ingredientes de la televisión que deja huella'.

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