Helena Resano Periodista
OPINIÓN

¿Qué pasa en Francia?

Manifestantes se enfrentan a la Policía en Nanterre, a las afueras de París.
Manifestantes se enfrentan a la Policía en Nanterre, a las afueras de París.
EFE
Manifestantes se enfrentan a la Policía en Nanterre, a las afueras de París.

La pregunta que todos nos hacemos desde hace días. Y que se repite cada vez que hay una protesta, un incidente o un conflicto social en Francia. ¿Por qué las calles se incendian de esa manera?, ¿por qué el descontento se expande con la rapidez de la pólvora?, ¿por qué las protestas son tan violentas, tan vandálicas en ocasiones? Francia es Francia, la Bastilla, la sensación de protesta colectiva, de todos a una, de luchar juntos por unos ideales… Sí, es parte de su cultura, pero lo que vemos estos días y lo que hemos visto en otras ocasiones va más allá de esa cultura. Hay un problema que no acaba de solucionarse, que va creciendo con cada protesta, un descontento social que no se apaga por mucho que dejemos de contarlo en los informativos.

Hay toda una generación de migrantes que no acaban de sentirse franceses, por mucho que hayan nacido allí, por mucho que hayan ido a la escuela, al liceo... Su color de piel, sus orígenes, les recuerdan que no son tan franceses como lo son los que viven en el centro de las ciudades. Ellos viven en los barrios periféricos, en los barrios convertidos en guetos por culpa de esa falta de integración. Y que están convirtiéndose en todo un avispero.

Aubervilliers es un ejemplo. Pertenece al área metropolitana de París, en el departamento de Sena-Saint Denis, y está integrada en lo que se conoce como el gran París. Lo separa el conocido como RER: ese tren de cercanías que forma un anillo alrededor de la zona rica de la ciudad y que segrega con sus vías de tren a unos y a otros. Una zona en la que los ataques con kalashnikovs aparecen de vez en cuando en alguna página de sucesos. En los edificios de vecinos, en los patios interiores, hay carteles colgados en los que se avisa de que la policía está autorizada a hacer redadas en cualquier momento en esa comunidad de vecinos. Como quien avisa cuándo llegará el revisor del gas. En sus calles apenas se ven franceses blancos, los que hay son muy pocos, y si te ven a ti paseando se acercan para pedirte que tengas cuidado. Un barrio en el que se mezclan todas las razas… bueno, no todas.

Aubervilliers es el mejor ejemplo de lo que está pasando en Francia. A escasas paradas de metro y a apenas 10 minutos en taxi, puedes encontrarte en dos países completamente diferentes. Dos países que conviven dándose la espalda, unos ignorando a ese colectivo que cada vez se siente más desplazado y otros odiando a los primeros por no mirarlos como auténticos franceses, aunque lo diga su documento de identidad, aunque no hayan conocido otro país que ese, Francia. La solución es tan compleja como el problema en sí. Y desde luego, no pasa por esperar a que se calme la rabia por la muerte de Nahel (el chico al que un policía disparó en Nanterre) y actuar cuando vuelva a repetirse. Hay que saber por qué pasa, qué se ha hecho mal, qué errores se han cometido. Y este análisis deberíamos hacerlo también aquí.

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