Vuelve la burra al trigo

Que gobierne la lista más votada... Este es ya un clásico que reclama el partido que se ve como ganador cuando concurre a unos comicios y que encuentra una negativa como respuesta en su adversario en una España donde impera el bipartidismo imperfecto, donde las mayorías absolutas solo se dan en contadas ocasiones y en la que las opciones menos apoyadas suelen ser las que deciden hacia dónde se inclina la balanza. PP y PSOE han ido cambiando los papeles legislatura tras legislatura hasta llegar a la actual, en la que mantienen la misma monserga.

Un pacto de este calado a priori sería interesante porque permitiría gobernar a la opción más apoyada y se ajustaría en principio a las preferencias de una mayoría, teniendo en cuenta además que a día de hoy PP y PSOE comparten más similitudes que las que puedan hallar con el resto de formaciones; y que un pacto por la centralidad, que diría Felipe González, les supondría menos cesiones que si sellan acuerdos con sus respectivos extremos. Sin embargo, un trato de este calado entre ambos partidos sería, a mi juicio, contraproducente para esa mayoría de centro, teniendo en cuenta que alimentaría opciones más extremas, que se erigirían como alternativa y acapararían el voto de los descontentos.

En lugar de este planteamiento, sería preferible un cambio de ley electoral, de manera que se busque una segunda vuelta en caso de que ningún candidato alcance un mínimo de votos o se siga el modelo griego de otorgar hasta 50 escaños para el más apoyado. Así, se impediría que se nos martirice con la misma cantinela de la lista más votada cada campaña y sobre todo que, tras las elecciones, la burra vuelva al trigo con los pactos...