Juan Luis Saldaña Periodista y escritor
OPINIÓN

El pijomangas

Un pijomangas madruga para preparar su día de playa.
Un pijomangas madruga para preparar su día de playa.
Pexels
Un pijomangas madruga para preparar su día de playa.

De vez en cuando, recibo confesiones de personas que abrazan el pijoalpargatismo y quieren hacérmelo saber por algún motivo extraño, quizá para quitarse parte de la culpa, para reafirmarse en su convicción o para desafiarme. Estamos en julio y el pijoalpargata vuelve, pero no está solo. Tenemos que ampliar la mirada. Debemos observar con claridad y hablarle al mundo con voz firme. Mientras todos comentan los debates electorales -¿qué es más importante?-, nosotros nos fijaremos en otra especie invasora del verano: el pijomangas. Ese tipo de pijo que va a la playa o a la piscina con camisa de manga larga.

El pijomangas lleva quizá un pantalón corto con cinturón trenzado o algo parecido. Suele ser pijoalpargata, aunque no siempre. Hay pijomangas hasta con mocasín. Estos son los más tiernos y admirables. Algunos, quizá imitando a Julio Iglesias, llevan debajo del mocasín esa aberración de calcetín minúsculo que el ser humano -capaz de lo mejor y de lo peor- inventó en algún momento de tribulación y que responde al nombre ridículo de piqui.

Cualquier otra idea, cualquier coqueteo con el vil estampado, te saca automáticamente de este grupo selecto.

En asunto de colores, el pijomangas no hace prisioneros. Son muchos los llamados y pocos los elegidos. Solo hay tres colores que pasan la criba de un buen pijomangas, como el oro, la plata y el bronce. Los tres colores que puede llevar un pijomangas son los que se les ponen a los recién nacidos, con el mismo tono pastel: rosa, blanco y azul. Punto. Cualquier otra idea, cualquier coqueteo con el vil estampado, te saca automáticamente de este grupo selecto. No caben las bromas, ni las medias tintas.

El pijomangas flota por la playa. Está pero no está. Hay, como en el pijoalpargata, un yate mental al que llegar. La arena, la crema y todas esas molestias de la playa que convierten al ser humano convencional en un filete empanado, no afectan a un buen pijomangas que mira al horizonte para que su cuello planchado enmarque un rostro digno, imperturbable que está pensando, quizá, en negocios y añorando un despacho bien refrigerado.

¿Usa el pijomangas en la playa la camisa con la que va a trabajar? ¿Estamos ante un caso de aprovechamiento envidiable o de encomiable economía circular? ¿Quién plancha esas camisas y por qué no se arrugan nunca? Sospecho que el pijomangas sufre en silencio unas cuantas pequeñas privaciones de libertad y que su vida sobre la arena no es, ni mucho menos, fácil. No es sencillo ser pijo, ya lo hemos dicho, hace falta talento, vocación y conciencia de clase. Si este verano ven a alguno de estos pijomangas, mírenlo con respeto, empatía y educación y, si tienen confianza con él, quizá puedan hacerle algunas preguntas. Quedo a la espera. 

Periodista y escritor

Colecciono coca colas falsas en lata y hago fotos a las bolsas de plástico en los árboles. He publicado libros de poemas y relatos. Mi última novela es "Hilo musical para una piscifactoría". Se llevó al cine bajo el título de "Miau". He sido redactor en prensa, presentador en tele y radio y ahora me piden que opine. Licenciado en derecho, MBA, máster en periodismo y doctor en comunicación e información. He tenido una agencia de marketing, alguna experiencia de éxito en comercio electrónico y doy clases en algún máster sobre esto.

Mostrar comentarios

Códigos Descuento