Que la primera foto de recién casada de Tamara Falcó en su Instagram sea la portada de Hola dice mucho del concepto económico del amor. Ahí está, la revista tirada sobre una mesa. O sobre un suelo. O sobre una repisa. O sobre lo que sea.
Nada más casarse, las novias y los novios suelen correr a regalar alguna imagen de su celebración matrimonial a las redes sociales. Así hacen partícipes de su felicidad a amigos, conocidos y followers. Pero Tamara Falcó ha priorizado lanzar directamente la portada que, por supuesto, ella misma protagoniza. Como diciendo, ya sabéis lo que tenéis que comprar en el quiosco, vasallos míos. Y con un escueto texto: "el primer día de nuestras vidas, @ Íñigo Onieva @ Hola". Apuntando maneras de trinomio, al dirigirse con un buen @ de cariño a su marido y a su revista.
Lo que tal vez no se ha percatado Falcó es que este acto delata sus prioridades. Queda en evidencia que su boda ha sido una especie de operación comercial y su Instagram, en los últimos días, un escaparate donde poner a posar a las empresas que han participado en la ofrenda. No vayan a quedar defraudadas de expectativas de visibilidad.
Cero rastro de emoción espontánea en sus redes sociales. Toda una declaración de intenciones de un modo de vida. Lo primero, el ánimo de lucro. El capitalismo del amor, se podría llamar. Falcó está utilizando el romanticismo impostado como un rentable sainete y marca el rumbo de lo que vendrá: no va a acabar aquí. Esto sólo acaba de empezar. Después de exprimir la ceremonia nupcial, con su vestido, madre, invitados al banquete, castillo anacrónico, servicio con cofia e incluso preboda, necesitará nuevos giros de guion en su propia vida para que la máquina de hacer dinero no deje de estar engrasada, y a pleno funcionamiento.
Una máquina que crea adicción, pues alimenta el ego de sentirse por encima del resto de la sociedad. Las marcas te adulan, el pueblo habla de ti. Aunque esa superioridad hay que escenificarla con pomposos actos sociales, que asimilan como elegante lo que en realidad es una horterada. Pero da igual, los medios de comunicación lo compran. Porque andan escasos de personajes que conozca las audiencias en su conjunto. Támara es diagonal en la sociedad, es conocida por adolescentes y sus abuelos, sobre todo tras su ruptura mediatizada. Ruptura que no canceló el bodorrio.
No dista mucho del modus operandi de su madre y su elegancia de corchopán. Tamara ha aprendido desde pequeñita. La diferencia es que ahora no basta con posar para una revista gracias al parentesco, también hay que resaltar a los anunciantes en tu Instagram y hacerse la ingenua en alguna que otra colaboración televisiva que humaniza tu propio personaje sobreactuando inmaculadas creencias, rezos y otras fanfarrias. Pero los valores cristianos son elásticos si eres Tamara Falcó. Y lo mismo el triunfo del amor significa negocio del boato, donde no importa tanto lo que eres como lo que aparentas ser.
Comentarios
Hemos bloqueado los comentarios de este contenido. Sólo se mostrarán los mensajes moderados hasta ahora, pero no se podrán redactar nuevos comentarios.
Consulta los casos en los que 20minutos.es restringirá la posibilidad de dejar comentarios