¡Allá tú! es el regreso televisivo más inesperado. Un concurso de tarde que funcionó hace casi 20 años y que, digan lo que digan, ya habíamos olvidado. Pero que, de repente, Telecinco ha decidido convertir en un prime time dominical en 2023. La cadena necesita airear su programación del corazón y los realities producidos siempre en mismos platós, con mismos decorados, que remiten a todo ya visto antes.
Mediaset debe invertir en más variedad de programas, más variedad de escenografías y más variedad de rostros. Así se entiende cómo se ha abierto a los cómicos de Me resbala (más asociados a Antena 3) y, además, ha enviado a Jesús Vázquez a un lugar en el que fue feliz. No hace falta que lo diga él, hay tres programas en los que destacó por notarse más libremente deslenguado, ¡Allá tú!, Gente con Chispa y OT.
En el viejo ¡Allá tú!, Jesús Vázquez hacía piña con los concursantes e incluso con las señoras del público, a las que bromeaba lanzando pullas que no todo el mundo pillaba desde casa. Aunque eran claves para hacer más complice el show: "venga, que son las 8 de la tarde y parece que son las 8 de la mañana", decía socarrón al personal. Ya se sabe, los programas de televisión no se graban a la misma hora que se emiten.
Insinuaciones que favorecen sentimiento de familia
Así, ¡Allá tú! creó una comunidad de fieles que conectaban con Telecinco a aquellas 8 de la tarde casi como si estuvieran quedando con su pandilla de amigos. Se creaba expectación por ver quién salía a jugar al centro e incluso por intuir cómo avanzaban los vínculos entre los participantes. Se insinuaba mucho, y también la audiencia se permitía fantasear mucho: con el casting, con sus químicas y con sus físicas. Ahora ya no son los años 2000 y los que vivieron el ¡Allá tú! original como una teleserie juvenil ya están en otro punto más reticente, más cuarentón.
Sin embargo, en este instante, a Telecinco le viene muy bien la dinámica de este sencillo juego, pues desengrasa una programación que se ha puesto más seria de lo que quizá en Mediaset piensan. ¡Allá tú! es luz, ingenuidad y tomar malas decisiones. Como la propia realidad. Porque, sobre todo, la gracia está en la espontaneidad de los concursantes que, sin quererlo, demuestran cuánto de azar y de estrategia hay en la vida.
Lo delatan mientras eligen o descartan las cajas que portan sus compañeros de partida. O compañeros de convivencia, ya que pasan los días de grabación juntos en un hotel. Y la adrenalina de la tele convierte lo que toca en intensa emoción. Sólo se conocen desde hace tres días y parece que llevan cohabitando desde hace décadas.
El espectador no siempre comprende que se quieran tanto. Quizá estamos más acostumbrados al odio en la tele de hoy. Aunque también ayuda a tal ostentación de la pasión que a este concurso no acuden listos sabios estudiosos del diccionario. Es un formato a medida de gente entusiasta de los platós, que gritaron de niños "mamá, quiero ser artista" y aspiran a destacar en emisión. Y, claro, para despuntar, algunos confunden naturalidad con exageración y el dopaje de la extroversión puede conseguir el efecto contrario a brillar en pantalla.
Situación que no es problema para ¡Allá tú!, producido por Gestmusic. Aquí la simpatía desmesurada es un éxito. Porque no entender al protagonista y sus decisiones puede enganchar más. Algún que otro espectador ansiará que el concursante ni huela los 500.000 euros y gane el malicioso paquete de clínex que está en una de las cajas. Por las risas, y por las irracionales antipatías hacia gente que ni siquiera conocemos.
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