Joaquim Coll Historiador y articulista
OPINIÓN

Polarización forzada y partidista

Pedro Sánchez y Alberto Núñez Feijóo, en el 'Cara a cara. El debate'.
Pedro Sánchez y Alberto Núñez Feijóo, en el 'Cara a cara. El debate'.
Amanda Sampedro | ATRESMEDIA
Pedro Sánchez y Alberto Núñez Feijóo, en el 'Cara a cara. El debate'.

A diferencia de Estados Unidos o Francia, la sociedad española es tranquila, poco violenta, y, pese a su diversidad, no hay grandes rupturas ideológicas. La polarización que sufrimos es fundamentalmente partidista. La prueba es que si el PP obtiene una mayoría suficiente para gobernar el próximo día 23, la anunciada derogación del 'sanchismo' va a quedarse en muy poca cosa, básicamente en la ‘ley trans’ y en la Ley de Memoria Democrática. Y eso se explica porque, en realidad, las reformas que ha llevado a cabo el Gobierno de izquierdas en pensiones, mercado laboral o educación son todo menos extremistas. Como explica el sociólogo Luis Miller en Polarizados. La política que nos divide (2023), se trata más bien de retoques a otras reformas que puso en marcha el anterior Gobierno del PP, "que a su vez eran continuistas con las desarrolladas por anteriores gobiernos, tanto progresistas como conservadores".

La paradoja de la España de hoy es que, frente a un clima de crispación y bloqueo, la acción gubernamental es gradualista y convencional. Para entender el fenómeno de la polarización, además del libro de Miller, contamos con un excelente documental realizado por Fran Jurado, Polarizados (2023), a partir de entrevistas a más de treinta expertos de un abanico ideológico muy plural, y en el que se analizan tanto las causas de la polarización como las consecuencias observables de la misma. Se trata de un recorrido muy ilustrativo que invita a pensar de forma abierta. No hay recetas fáciles para poner fin a la polarización, ni su alternativa puede ser la apelación al consenso permanente, porque la tensión y la pelea son consubstanciales a la política. No olvidemos que hemos vivido momentos de mucha crispación en el pasado entre PSOE y PP, aunque desde hace unos años se han formado dos bloques antagónicos cuando esos partidos han pasado a depender de fuerzas más extremistas para gobernar.

La polarización no aparece de la nada, se tienen que dar unas condiciones sociales con unos partidos que decidan polarizar. Por tanto, en buena medida es forzada y partidista. La cuestión territorial ha sido sin duda el elemento más divisivo en la última década, con Cataluña en el epicentro. Pero aquí hay un rayo de esperanza. Tras el polarizador procés, la política catalana ha entrado en una fase más tranquila con la ruptura de los bloques, pactos transversales en el mundo local y apoyos difíciles de vaticinar hace unos años, como el que llevó al PP a apoyar al PSC para la Alcaldía de Barcelona, que a su vez contó también con los votos de los comunes. Mirando al 23 de julio, el fortalecimiento del bipartidismo podría ser el primer paso para romper la dinámica bibloquista y polarizadora que sufrimos desde 2015.

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