Francisco Gan Pampols Teniente general retirado
OPINIÓN

Más allá de la cumbre de Vilna

Volodimir Zelenski, en la cumbre de la OTAN en Vilna.
Volodimir Zelenski, en la cumbre de la OTAN en Vilna.
Yves Herman/EFE
Volodimir Zelenski, en la cumbre de la OTAN en Vilna.

La cumbre de la OTAN de la semana pasada en Vilna ha reflejado resultados muy dispares en función de las expectativas que cada uno tuviera puestas en sus objetivos y posibles apoyos. Es obligado citar, en primer término, la decepción del presidente Zelenski por no haber obtenido un calendario consolidado para la plena adhesión a la Organización del Tratado del Atlántico Norte. Esa decepción, comprensible desde el plano emocional, no puede dejar de interpretarse en función de la situación real de un país en guerra cuya plena adhesión significaría la práctica entrada en el conflicto de la OTAN. Para intentar contentar a Ucrania se empleó –en vano– una fórmula de compromiso que significa el ‘sí’ a la plena integración, pero en su momento, que no es ahora, y siempre que se cumplan unas determinadas condiciones. Calculada ambigüedad manteniendo la esperanza.

Otros resultados de esa cumbre fueron el despeje del horizonte para la adhesión de Suecia una vez levantado el veto de Turquía, que consiguió una serie de concesiones de unos y otros (Estados Unidos y Suecia como actores principales) en temas de economía, seguridad, adquisiciones de defensa y respaldo diplomático en su pretensión de ingreso en la Unión Europea. También Hungría se comprometió a resolver en una futura votación exprés (otoño) de su parlamento la aprobación de la incorporación de Suecia. Con ello, la OTAN tendrá treinta y dos Estados miembros, un casi completo control sobre el mar báltico y una mejor posición para vigilar los accesos y el tráfico marítimo en la estratégica zona del Ártico. 

En este sentido, la Alianza sale claramente fortalecida y la Federación Rusa más aislada y desequilibrada en sus intereses económicos y de seguridad. Además, Japón, Corea del Sur, Australia y Nueva Zelanda también estuvieron presentes como invitados a la cumbre de Vilna, lo que da una idea de la importancia sobre la República Popular China como "competidor global" que se acuñó en el último concepto estratégico de la OTAN acordado en la cumbre de Madrid del año pasado. De ahí cabe inferir una creciente implicación de la OTAN (Atlántico Norte) en el tan distante espacio geopolítico Asia-Pacífico e Indo-Pacífico cuyo alcance no se llega a vislumbrar.

En términos de compromiso con la guerra de Ucrania, surge de la cumbre la inequívoca voluntad de los países de la OTAN de seguir apoyando a Ucrania, el compromiso (once países) de contribuir a la formación de los pilotos en la plataforma aérea F-16 a la espera de la autorización de Estados Unidos para su transferencia; el incremento de la producción y suministro de vehículos de combate terrestres; sistemas de artillería de cañones, cohetes y misiles y sus municiones; misiles aire-tierra de alcance intermedio; y la continuidad en la formación fuera de Ucrania de los miembros de sus fuerzas armadas. Además, y unilateralmente, Estados Unidos ha suministrado ya "bombas de racimo" (bombas clúster con submuniciones). Por otra parte, y como era de esperar, no se han difundido detalles de la marcha de la contraofensiva ucraniana, principalmente por motivos de seguridad y de sostenimiento del relato que sustenta Kiev, que sabe lo importante que es mantener la moral alta aun en los momentos más complejos, y este lo es.

El respetado politólogo norteamericano John Mearsheimer ha publicado recientemente un análisis bastante completo sobre la guerra de Ucrania y sus posibles soluciones. El tono es pesimista, en absoluto prorruso, y siempre en el marco de la escuela del realismo geopolítico. Cree que la paz no es posible por el enconamiento –odio– existente entre los contendientes y los objetivos inalcanzables para unos y otros en función de su nivel de ambición. Considera como escenario más plausible un conflicto congelado en el que los dos contendientes practican una guerra de baja intensidad con estallidos puntuales de mayor violencia; un escenario desgraciado y con escasos visos de solución que muestra la impotencia o escasa voluntad de la comunidad internacional para resolver los conflictos del siglo XXI.

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