Joaquim Coll Historiador y articulista
OPINIÓN

Si despolarizar fuera posible

Los candidatos del PSOE y PP a las elecciones generales, Pedro Sánchez y Alberto Núñez Feijóo.
Los candidatos del PSOE y PP a las elecciones generales, Pedro Sánchez y Alberto Núñez Feijóo.
EFE
Los candidatos del PSOE y PP a las elecciones generales, Pedro Sánchez y Alberto Núñez Feijóo.

El resultado electoral abre un escenario muy incierto para la gobernabilidad. Si el voto exterior no mueve significativamente el reparto de escaños, se impone una sola certeza: Alberto Núñez Feijóo no será investido presidente. Su apuesta por una gran victoria en solitario o, en el peor escenario, garantizarse una mayoría absoluta con Vox, ha fracasado. Su victoria el domingo fue amarga, como dulce fue la derrota de Pedro Sánchez, que no solo resiste, con Cataluña como gran baluarte, sino que acaricia la posibilidad de seguir en la Moncloa. Pero para ello necesitaría el voto favorable de casi todos los otros grupos, incluyendo como mínimo la abstención de Junts. A priori ese escenario se presenta dificilísimo porque el partido de Carles Puigdemont no puede dejarle de exigir la amnistía para los encausados por el procés y la autodeterminación. Constitucionalmente lo último es imposible, y supone una línea roja que los separatistas saben que el PSOE no va a cruzar jamás.

Anticipar escenarios es siempre complicado, solo hay que ver cómo han fallado casi todas las encuestas, pero el bloqueo parlamentario y la repetición electoral es ahora mismo la opción más probable. Frente a ello se impone una reflexión: la política española no puede seguir apostando más tiempo por la polarización. No es admisible que los dos grandes partidos se odien hasta el punto de no poder entenderse en nada. La legislatura pasada fue infame por la cantidad de insultos, descalificaciones y ataques ad hominem. No hace falta poner ejemplos. Mientras nuestra sociedad ha avanzado en la reducción de otro tipo de descalificaciones, contra grupos étnicos, por gustos sexuales, o de género, resulta que la hostilidad y el prejuicio contra los que no comparten nuestra orientación política se legitima desde los partidos y no pocos medios de comunicación.

Para romper esa dinámica cainita e incivil es fundamental que los ciudadanos pasemos a considerar ese tipo de actitudes como democráticamente inaceptables. El debate sobre las propuestas, en cualquier tipo de materia, no puede situarse en quién las apoya, sino en qué se propone. Si Sánchez lograse la investidura tendría que entenderse inevitablemente con el PP, pues sigue pendiente la renovación del CGPJ y la reforma de la financiación autonómica, donde los populares lograron en mayo hacerse con casi todo el poder territorial. Pero también el PP debe abandonar, ocurra lo que ocurra, la descalificación grosera hacia Sánchez, cuyo liderazgo en el PSOE ha salido reforzado. Desterrar la polarización exige abandonar los discursos divisivos, el insulto y la exclusión personal, y centrar el debate en los contenidos. Si despolarizar fuera posible, venceríamos a la incertidumbre de los próximos meses.

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