Diego Carcedo Periodista
OPINIÓN

África sale del olvido

El presidente ruso, Vladimir Putin (derecha), estrechando la mano del presidente de la República Centroafricana (RCA), Faustin-Archange Touadera, durante una foto familiar con los jefes de las delegaciones y los participantes de la Segunda Cumbre 'Rusia-África'.
El presidente ruso, Vladimir Putin (derecha), estrechando la mano del presidente de la República Centroafricana (RCA), Faustin-Archange Touadera, durante una foto familiar con los jefes de las delegaciones y los participantes de la Segunda Cumbre 'Rusia-África'.
EFE
El presidente ruso, Vladimir Putin (derecha), estrechando la mano del presidente de la República Centroafricana (RCA), Faustin-Archange Touadera, durante una foto familiar con los jefes de las delegaciones y los participantes de la Segunda Cumbre 'Rusia-África'.

En los últimos años África pasó a ser del continente del futuro, como se la había etiquetado en el fervor de las independencias coloniales, en el Continente olvidado del que sólo se acordaban los importadores de materias primas baratas y algunos diplomáticos cuando recababan los votos de sus gobiernos considerados tercermundistas para salir de algún atasco en los debates de las Naciones Unidas.

Pero la situación parece que está cambiando cuando menos en el interés de algunas las grandes potencias por ejercer su influencia, cuando no el control sobre los gobiernos siempre precarios, y cada una compitiendo por situarse en la mejor posición para sacar partido de las angustiosas situaciones en que sufre la inmensa mayoría de los países y particularmente de sus habitantes.

Mientras los nativos arriesgan sus vidas y familias emigrando al norte rico europeo, donde les espera el peligro y una pobreza más soportable, algunas superpotencias se aprovechan para controlar su futuro, naturalmente en beneficio propio. Hay que decir que buena parte de la culpa la tienen las antiguas colonizadoras, particularmente el Reino Unido y Francia, que en cuanto cedieron forzadamente a descolonizar se olvidaron de los problemas que dejaban detrás.

Ahora algunos gobiernos, como el de Macron en Francia, intentan recuperar con poco éxito su influencia y, como se ha demostrado en Mali, demostrando incapacidad para ejercerla. En cambio otras, la primera China y enseguida Rusia se apuntaron a reemplazarlas. China prometió ayudas ficticias para mejorar las infraestructuras públicas, que enseguida se revelaron chapuceras, y ofreciendo créditos a Gobiernos cuyos titulares corruptos tardaron poco en dilapidar dejando a sus países endeudados.

Y ahora es Rusia, la Rusia de Putin que se infiltró y aún no ha dejado de hacerlo, y puso a sus ejércitos mercenarios del Grupo Wagner a garantizarles a los presidentes de las repúblicas inestables, que son muchas, la protección militar necesaria para mantenerse en el poder, garantizando que algunos se eternicen en el cargo y a otros propiciando ser derribados por golpes militares como ha ocurrido en Sudán y está ocurriendo en estos momentos en Níger. Este fin de semana se publicó en la prensa internacional, tras una cumbre pomposamente denominada Rusia-África, que cuarenta de los cincuenta y cinco países africanos tienen su estabilidad bajo el control indirecto de Putin.

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