Mejorar el equilibrio, la fuerza o la autonomía: juegos terapéuticos para realizar con niños con discapacidad en el agua

Una terapeuta con su alumno
Una terapeuta con su alumno en la piscina de Atemtia Terapias Acuáticas
ATADES
Una terapeuta con su alumno

En verano, el agua se convierte en uno de los grandes aliados para seguir estimulando a los más pequeños, especialmente si tienen una discapacidad. Las familias, a menudo, realizan un parón en sus terapias durante estos meses de vacaciones, incluidas las acuáticas. Sin embargo, los innumerables beneficios del agua hacen especialmente útil seguir trabajando durante esta época. "Es positivo dar una continuidad a lo que se ha estado aprendiendo durante el curso y extrapolarlo al entorno natural del pequeño", asegura María Martí, fisioterapeuta pediátrica y coordinadora del servicio de actividades acuáticas de Atemtia Terapias Acuáticas.

Desde esta entidad zaragozana, perteneciente a ATADES, ofrecen cursos de natación adaptada y fisioterapia acuática, tanto pediátrica como para adultos, a personas con todo tipo de discapacidad, como parálisis cerebral, síndrome de Down, síndromes genéticos o trastornos en el neurodesarrollo, como autismo. "Durante todo el año, aprovechamos para capacitar a las familias para que puedan realizar después cosas similares a las que se han estado haciendo durante el curso. Ellos pueden ver las sesiones e incluso meterse al agua con nosotras", señala. De esta forma, en verano, los niños pueden trabajar con sus padres, hermanos o amigos y "mantienen la continuidad de lo aprendido".

Los múltiples beneficios de la terapia acuática

La terapia acuática tiene grandes beneficios a nivel físico, cognitivo y emocional, para personas con o sin discapacidad. "Simplemente el hecho de estar dentro del agua, con menos gravedad, hace que el moverse sea mucho más fácil", señala Martí. A nivel sensorial, explica, estar en contacto con este medio, "nos aporta mucha información tanto del tacto más profundo, a nivel propioceptivo, como del más superficial, pues las sensaciones de cómo se mueve el agua sobre la piel nos ayudan también a organizar mejor nuestro cuerpo porque lo sentimos un poquito más".

El agua, por sus características, explica la fisioterapeuta, "hace que flotemos más, por eso estamos en un desequilibrio constante que nos permite trabajar la conciencia corporal y, por tanto, el equilibrio y la coordinación". Además, señala, es un medio perfecto para fortalecer el tono muscular, ya que tenemos que "hacer resistencia continua al agua" y su alta temperatura ayuda a relajar también a nivel muscular en personas que tienen, por ejemplo, espasticidad. Asimismo, también se trabaja a nivel respiratorio, "al realizar inmersiones o si trabajamos el soplo".

Por otro lado, este tipo de terapia ayuda también a personas con discapacidad intelectual a mejorar su atención y a regularse sensorialmente, de una forma motivadora y divertida. Todo esto les reporta también grandes beneficios a nivel emocional, ya sea por "la complicidad y el apego que desarrollan con el terapeuta" o, en clases grupales, la necesidad de comunicación y socialización. Por supuesto, todos los ejercicios que se plantean para niños giran en torno al juego, "buscando siempre su motivación, por eso es una actividad que, para muchos peques, supone su momento de diversión. Nuestro objetivo principal es que se diviertan y no lo vean como una terapia, sino como un momento de disfrute", asegura.

Hay un peque al que le gusta mucho el Grand Prix y montamos pruebas en las que tiene que pasar de una colchoneta a otra en diferentes posturas

De esta forma, desde Atemtia Terapias Acuáticas animan a que los padres intenten reproducir en verano, una época en la que las actividades acuáticas son especialmente atractivas, distintos ejercicios con los que trabajar diferentes habilidades. 

Potenciar el equilibrio

El agua es un medio perfecto para trabajar el equilibrio, una habilidad clave para el desarrollo de la motricidad gruesa. Un posible ejercicio para potenciarlo es, en niños que no tienen apenas control de su cuerpo, situados en una escalera o zona donde puedan sentarse, con el agua a la altura del pecho o de los hombros, "intentar mantenernos sentados con un ligero apoyo como pesos lastrados, tanto en cadera como pies, para estabilizarlo". Desde esa posición, explica Martí, "podemos jugar a encestar o lanzar pelotas o a esconderlas debajo del agua con la mano y así trabajamos la inestabilidad".

Este mismo ejercicio se puede complicar un poco más cambiando la posición de sentado a de pie y realizar pases de pelota, encestar aros con un frisbee o salpicar. Para hacerlo aún más difícil, se puede trabajar con algún elemento de flotación, como un churro, haciendo el famoso caballito: "Podemos jugar a buscar tesoros de un lado a otro lado de la piscina, a montar puzles de espuma, a trasladar un barco con animales...". Después, explica la fisioterapeuta, se irían quitando los pesos lastrados para que, con su propio cuerpo, el niño sea capaz de mantenerse en vertical moviendo las piernas.

También se puede trabajar el equilibrio en colchonetas grandes de diferente densidad: "Siempre nos adaptamos a sus gustos. Ahora, por ejemplo, hay un peque al que le gusta mucho el Grand Prix y montamos pruebas en las que tiene que pasar de una colchoneta a otra en diferentes posturas: de rodillas, sin colocar las manos, de pie o incluso hace el juego de las estatuas".

En los cohetes acuáticos, con cualquier elemento de flotación (churro, tabla o colchoneta grande), empujamos en la pared y a ver hasta dónde llegamos

Fortalecer espalda, brazos y piernas

Para fortalecer y ejercitar el tono de la espalda, una opción es jugar al traslado de tesoros: "Ellos reman, o bien con las manos o con elementos externos, como el churro, con el que tienen que hacer más fuerza". Además, cuenta, "trabajamos mucho los empujes en pared, empujándose con las manos hacia atrás, o la escalada, para trabajar la fuerza en la parte posterior. Nos subimos a las colchonetas o al bordillo donde colocamos diferentes animales o piezas de puzle".

Por otro lado, con el nado boca abajo, cuenta, "teniendo que mover las manos y sin mover los pies, ayudaríamos a fortalecer, sobre todo, brazos y espalda". También se puede jugar a juegos de arrastre, en los que la monitora o terapeuta se coloca detrás del niño, cogiéndole de los pies, y este ha de arrastrarla.

Para fortalecer las piernas, explica Martí, "todo lo que sea mover pies dentro del agua nos va a ayudar a vencer esa resistencia". De esta forma, "podemos poner pesos lastrados y jugar a salpicar con las piernas". También existe ‘El juego de las canciones’, en el que, "cuando suena la música, tenemos que salpicar" o jugar a los cohetes acuáticos: "Con cualquier elemento de flotación (churro, tabla o colchoneta grande), empujamos en la pared y a ver hasta dónde llegamos". Otros ejercicios para trabajar miembros inferiores pueden ser trepar, subir y bajar escaleras o, si el niño es capaz de sumergirse, hacer saltos dentro del agua para salir a la superficie.

Mejorar la capacidad respiratoria

A través de las inmersiones, se puede trabajar la capacidad respiratoria o, en el caso de niños con una hipersensibilidad al agua, "el objetivo puede ser, simplemente, que meta la carita en el agua para que vaya perdiendo el miedo". Para mejorar la respiración, además, se puede "empezar soplando fuera del agua bolitas para llevarlas a un determinado lugar y meter gol o canasta. Aquí introducimos una doble tarea, por ejemplo, soplar bolitas siguiendo una secuencia de colores determinada, para trabajar a nivel cognitivo. También podemos hacer burbujas dentro del agua con pajitas de beber o simplemente con los labios", explica la fisioterapeuta.

En un nivel más alto, se puede jugar a ser submarinistas, es decir, a buscar elementos que se hundan, como animales, barras de colores, discos o aros y colocarlos o encestarlos después en su canasta. "Lo solemos trabajar cuando están seguros y hacen pie, hasta que lo extrapolamos a donde no hagan pie", señala Martí.

Después de la rutina de entrada, consensuamos con ellos lo que vamos a trabajar para hacerles partícipes. De esta forma, prestan más atención 

Mantener la concentración y la atención

Además de trabajar habilidades físicas, con la terapia acuática se pueden reforzar también capacidades cognitivas como la concentración y la atención. Primero, las terapeutas siempre intentan seguir una misma dinámica de sesión: "Después de la rutina de entrada, consensuamos con ellos lo que vamos a trabajar para hacerles partícipes. De esta forma, prestan más atención a la secuencia de juegos que se va a realizar".

Asimismo, en el caso de niños que se despistan con frecuencia, cuenta, "hacemos juegos más cortitos y trabajamos mucho las esperas, o bien contando hasta 10 o bien cantando una canción entre medias. El peque sabe que, cuando pasa eso, hay que reconducir la sesión. También usamos las canciones para anticipar una actividad, y eso les ayuda mucho a meterse en la sesión".

Ganar autonomía en el agua

Con la terapia acuática, también se puede trabajar la autonomía del niño dentro del agua: "Intentamos dar mucho apoyo al principio en los desplazamientos, a través del propio monitor o con elementos de flotación y, poco a poco, los vamos retirando". Además, explica Martí, "practicamos el volteo en el agua. Jugamos a los submarinos y le ayudamos a hacer croquetas dentro del agua para cuando se sumerjan, en algún momento, si no hay nadie a su alrededor, puedan salir a la superficie, y eso lo podemos hacer también en las colchonetas".

Todo en uno: los cuentos motores

En cada ejercicio, el niño trabajará no solo una, sino varias habilidades. Precisamente para aunar la estimulación en varias áreas, Martí propone jugar a los cuentos motores. El terapeuta construye una historia que hace de unión entre todos los ejercicios planteados en la sesión: "Si a un niño, por ejemplo, le gustan mucho los pingüinos, nos convertimos ese día en pingüinos y tenemos que superar diferentes obstáculos: ir a buscar peces en el fondo del mar, que pueden ser juguetes, saltar de un bloque a otro de hielo, que pueden ser las diferentes colchonetas, escalar diferentes glaciares y les hacemos toboganes con colchonetas hasta subir al bordillo...". 

También se puede construir el cuento con un objetivo final, como es encontrar un elemento y, durante toda la sesión, "realizamos diferentes actividades para buscar ese elemento". "Es muy motivador y divertido para los niños y se puede adaptar a los gustos de cada uno", asegura Martí.

No obstante, la fisioterapeuta insiste en que habrá que adaptar cada ejercicio al nivel del niño y, en aquellos con un mayor grado de afectación, con los que se hace más difícil realizar todos estos juegos, "siempre hay algún elemento que les motive y podemos introducirlo en el agua, como música, sonidos o luces", de forma que también puedan beneficiarse del trabajo en el agua.

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