Mariano Gistaín Periodista y escritor
OPINIÓN

Quedar no es rentable

fotografo: Jose Gonzalez [[[PREVISIONES 20M]]] tema: Foto de soledad
Un anciano camina solo
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fotografo: Jose Gonzalez [[[PREVISIONES 20M]]] tema: Foto de soledad

Dicen los expertos que hay menos vida social, que nos juntamos menos por el placer de estar juntos, lo que causa una epidemia de soledad. Hay quien investiga cómo y cuánto disminuyen las horas que dedicamos a la vida compartida en directo. Las causas no están claras, aunque parte de culpa —si la hay— se adjudica a las redes y las pantallas, y también a que esa actividad nos parece poco productiva, perder el tiempo, o sea, que no es rentable quedar y pasar un rato juntas.

Esto —y todo en general— se podría rebatir alegando que las mejores ideas y las oportunidades de trabajo y negocio surgen en un ambiente distendido, en el que hay confianza para hacer juegos de palabras absurdas y se pueden contar chistes malos, incluso competir a ver quién cuenta el peor. Pero el enfoque americano, por lo visto, va al dólar sin pasar por la barbacoa, que quedará para las pelis de época.

Quedar y disfrutar de la compañía de los seres queridos es salud y alegría. El capazo ocasional o la charrada callejera se ha demostrado que es agua bendita (o sea, potable) para el organismo humano. Algunos estudios indican que la mayor longevidad femenina se debe a que las mujeres hablan más entre ellas, se cuentan las cosas y se ríen juntas, mientras que los hombres, al menos los antiguos, son más reacios. Hombrones ceñudos de otras épocas no saben qué decirse. No hay nada que puedas hacer, le dice la periodista veterana de cotilleos de Hollywood al actor de cine mudo que interpreta Brad Pitt en Babylon, no hay nada que puedas hacer, tu época ha pasado, etc.

Quizá estamos ya en otra época y quedar es un despilfarro que tampoco podemos permitirnos. No nos vemos, no hay tiempo para quedar, apenas nos arrejuntamos. Y cuando lo hacemos, como hemos perdido el ritual, la costumbre, no sabemos qué decirnos, cómo arrancar el motor de las risas o cuándo se puede empezar a decir tonterías sin reparar en las restricciones del momento. Estoy exagerando, pero eso indican los estudios angloparlanchines: que no es productiva la quedada. Y aquí, aunque sea con retraso, acatamos las consignas de las metrópolis. Cada vez con menos retraso, por eso (por suerte hay huelga de guionistas y quizá nos den un respiro, aunque en ese caso tendríamos que volver a vernos, hablar, contarnos cosas… ¡qué vertigo!).

España puede o podría ser un poco la excepción de esta presunta renuncia al barbulleo gentil. Por ejemplo, en las fiestas de los pueblos, y en los mismos pueblos sin fiestas, cuando todavía se sacan las sillas a la calle, a la improbable fresca, y se puede ver pasar la vida, las vidas, que son la época.

No hay época sin vecindario, sin amigos, sin familia. Cultivamos las nuevas soledades con afán táctil: en vez de tocarnos, vade retro, tocamos los cristales de las pantallas, cristales de luz. También en esos artilugios de ondas invisibles están nuestras amistades y nuestros clientes y proveedores y familiares: el invento es formidable para aliviar soledades y estar juntos, aunque sea con un emotimoñaco o un corazón y sus derivados animados; también allí circulan los chistes malos. El éxito sería combinar ambos mundos.

Vale la pena quedar y juntarnos, y transmitir a los niños el placer de la compañía y la amistad en la vida real.

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