Joaquim Coll Historiador y articulista
OPINIÓN

Y si votamos por Navidad

Urnas electorales en el municipio riojano de Villarroya.
Parece razonable empezar a contemplar la votación telemática para futuros comicios.
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Urnas electorales en el municipio riojano de Villarroya.

Aunque nuestro sistema de votación es uno de los más rápidos y fiables del mundo, no garantiza la ausencia de errores, prueba de ello es que cuando los resultados son muy apretados hay recursos ante las juntas electorales pidiendo un nuevo recuento en algunas mesas o circunscripciones. En Madrid, por ejemplo, el PSOE va a recurrir ante el Tribunal Supremo a fin de pedir la revisión de todo el voto nulo, pues argumenta que estadísticamente podría recuperar un escaño perdido a favor del PP, tras la incorporación del voto exterior, si se revisasen posibles errores en unas 30.000 papeletas. Ahora mismo, un diputado de más o de menos es relevante, ya que la investidura puede depender de un solo escaño. En paralelo, no se puede ignorar que haber convocado elecciones en época estival ha sido un problema para el ejercicio del sufragio. Aunque el voto por correo ha funcionado muy bien, cuya seguridad no hay ninguna razón para poner en duda, la votación física es farragosa. Cuestión distinta es el voto desde el extranjero, donde la participación es siempre bajísima por las dificultades que implica. Si las elecciones se tuvieran que repetir, nos tocaría ir a votar en periodo navideño, lo que obligaría a un nuevo esfuerzo de toda la maquinaria electoral.

Es imposible en cuatro meses cambiar la forma de votación, pero parece razonable empezar a contemplar la votación telemática para futuros comicios, particularmente pensando en facilitar tanto el voto por correo como desde el exterior. Días antes de las elecciones, desde la sección 20bits de este diario se ponía de manifiesto la paradoja de que en plena era digital en España no tengamos voto electrónico. Ciertamente, no somos una excepción, lo extraño es más bien al revés, pero esa no es una razón para no hacer nada. Por un lado, se podría digitalizar el voto, estableciendo un doble sistema de papeleta y lectura electrónica del sufragio, lo que facilitaría el recuento y eliminaría los errores que, aunque muy pequeños, en determinados contextos pueden ser relevantes. Y, por otro, con el voto telemático para aquellos que no puedan (o no quieran) acudir al colegio electoral el día de la votación, o se encuentran viviendo en el extranjero, se facilitaría mucho su participación. Tecnológicamente no supone ningún problema. Hace ya muchos años que hacemos gestiones telemáticas y pagos electrónicos, que compramos por internet, etc., y no hay ninguna razón de peso que impida avanzar hacia unas elecciones digitales, que a la postre serían más rápidas, con un menor coste económico y menos molestias personales. Hay quien señala la seguridad como un obstáculo, pero en realidad el mayor problema es cultural. La votación física, presencial, es transparente, mientras el voto telemático y la digitalización pueden provocar sospechas y dudas, un miedo contra el que se requiere un esfuerzo pedagógico y de pruebas sucesivas para asentar su plena fiabilidad entre la ciudadanía. Por ahora no es una prioridad en la agenda los políticos, pero habrá que insistir de nuevo si votamos por Navidad.

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