Diego Carcedo Periodista
OPINIÓN

Putin, sin enemigos

Vladimir Putin y Yevgueni Prigozhin, líder de Wagner.
Vladimir Putin y Yevgueni Prigozhin, líder de Wagner.
Carlos Gámez
Vladimir Putin y Yevgueni Prigozhin, líder de Wagner.

No es fácil encontrar por ahí a un político en activo, e incluso en excedencia, que no tenga enemigos. Repasando un poco el panorama internacional esto solo lo está consiguiendo Vladimir Putin. Por algo se dice que es más listo que el hambre que tanto han sufrido sus antepasados de los tiempos de Stalin, a quien tan bien imita. Lleva más de dos décadas trampeando en el poder desde Moscú y, a estas alturas, es muy probable que ya pueda dormir tranquilo en el Kremlin rodeado de una buena guardia pretoriana.

Estos días ha muerto en un accidente aéreo su ex aliado y desde hace tres meses temida amenaza, Yevgueni Prigozhin, que al frente del Grupo Wagner, integrado por mercenarios sin escrúpulos ante las vidas ajenas y como se ha visto también ante las propias, le estuvo sacando las castañas del fuego frente al error de la invasión de Ucrania que, al final, entre el heroísmo de los locales y la ayuda de la OTAN, está a punto de dejarle en el ridículo.

Seguramente todavía no ha nacido el escritor capaz de describir la intriga policíaca que Putin y Prigozhin han venido tramando en las últimas semanas. En pocas horas pasaron de aliados a adversarios, de darse besos como Rubiales, cuando se encontraban en los salones del Kremlin, a que Prigozhin intentase dar un golpe cuando menos para asustarle. Enseguida Lukashenko, el tercero en discordia, medió ante la orden de cortarle la cabeza.

Tras varios días de dudas e intrigas, con la información desviada hacia los servicios que, según la retorcida propaganda moscovita, los del Wagner continúan prestando a Rusia en África, los dos protagonistas de la novela aparecieron juntos y oficialmente reconciliados tomando un café, el café de la concordia. Nada cuadraba porque Prigozhin estaba oficialmente en África, donde sus mercenarios defendían y protegían a los aliados e intereses que Putin quiere mantener el Continente.

Nadie sabe cómo se sentirá Putin en la soledad que implica vivir rodeado sólo de fieles vasallos

Hasta que, de repente, el miércoles, un avión que volaba entre Moscú y San Petersburgo con Prigozhin y la plana mayor de sus tropas a bordo estalla en el aire y mueren todos los ocupantes. Nada está claro, si fue un accidente fortuito, que puede ocurrir, o provocado con un misil lanzado desde tierra, que parece lo más probable. Lo cierto es que Putin se ha quedado sin los dos, el amigo y aliado y el enemigo peligroso. Todo es extraño, empezando por la supuesta ingenuidad de Prigozhin y la permanente preocupación de librarse de riesgos del otro.

Nadie sabe, claro, cómo se sentirá Putin en la soledad que implica vivir rodeado sólo de fieles vasallos dispuestos a defenderle sin el temor a que alguno le traicione. El primero en caer fue el general Surovikin, amigo de Prigozhin, que ya fue destituido y estará dando gracias de que no se haya envenenado con una sopa, como les ocurrió a tantos opositores, intelectuales, empresarios, espías y periodistas que osaron criticarlo a él y a su dictadura criminal. El arma oculta de Putin le ha dejado sin enemigos ni adversarios.

Ahora habrá que esperar a que los historiadores y escritores arriesgados nos relaten la obra de este personaje, que emergió de la KGB del comunismo de la Unión Soviética como un pacifista, que ensayó sus métodos contra los chechenos y, ahora, los sufren los ucranianos. Los que han sobrevivido a su país viven entre el terror y el desastre en los que la invasión les ha sumido. Putin se quedó sin enemigos, los rusos conservan al más implacable de todos.

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