Diego Carcedo Periodista
OPINIÓN

Trump, el tramposo orgulloso

Foto de la ficha policial de Trump, distribuida por la Oficina del Sheriff del Condado de Fulton.
Foto de la ficha policial de Trump, distribuida por la Oficina del Sheriff del Condado de Fulton.
OFICINA DEL SHERIFF DEL CONDADO DE FULTON
Foto de la ficha policial de Trump, distribuida por la Oficina del Sheriff del Condado de Fulton.

Aquí tenemos al tal Rubiales como chuleta de guardia, pero como a todo hay quien gana, en los Estados Unidos, quizás porque son más importantes tienen a Donald Trump. Nada menos que un expresidente, uno de los hombres que detentó durante cuatro años más poder el mundo; el personaje que no dio un paso sin llevar en la mano la maletita donde se guardan las claves de los secretos nucleares.

Rubiales, que tantos motivos lleva acumulando para ser desalojado de toda actividad pública, de ser el contraejemplo de la dignidad y tantos otros valores como propugna el deporte, dice que no dimite de su cargo al frente de la golfería en que ha caído el fútbol. "No dimitiré" dice y repite ante el escándalo que le rodea. Bueno, allá él, su conciencia y las decisiones de quienes tienen en sus manos ponerle en su sitio.

¿Qué sitio? Pues no lo sé, se habla del desprecio general, por supuesto, y vaya usted a verle en una celda donde limpie tantos trapos sucios como arropan su trayectoria. Habrá que esperar. Trump, en cambio, ha cambiado el despacho Oval de la Casa Blanca, que ocupó con tanta prepotencia y polémica, por las comisarias de policía donde le pasan la factura por tantas trapisondas públicas y privadas como se le atribuyen.

Entre tanto, él que igual que Rubiales tampoco se rinde, como ya no le queda de qué dimitir continúa en el empeño de volver a conseguirlo. Compatibiliza las comparecencias judiciales, previas a una densa agenda de juicios bajo diversas acusaciones, algunas que incluyen el ingreso en prisión. De momento en Georgia se le ha permitido abandonar la Comisaría bajo libertad condicional. Ya goza de ese "honor" histórico entre sus cuarenta y cuatro predecesores.

Mientras él no se rinde y se aprovecha de lo que le queda en política: una ficha policial, con su fotografía vergonzante, que lejos de ocultar y siempre con el respaldo entusiasmado de sus fans, convertirá en el cartel de propaganda electoral para las primarias republicanas que comenzarán pronto. Ya ha encargado las pancartas y millares de camisetas para que los jóvenes adictos las luzcan en sus espaldas.

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