La relativa estabilidad política que parecía haberse logrado en el África Subsahariana tras la convulsa etapa que siguió al proceso de independencias coloniales está retrocediendo a aquel pasado de intentos revolucionarios impulsados entonces por la Unión Soviética y la proclividad de los golpes de Estado que imposibilitaban la implantación de la democracia y constituciones que garantizaban la libertad y la normalidad en el funcionamiento de los gobiernos y sus relevos. Las ambiciones de perpetuarse en el poder de algunos presidentes y de los militares que intentaban sustituirlos creaba una situación de incertidumbre que dificultaba el desarrollo dentro de una normalidad que avanzaba con dificultades, pero prometía que la paz y el desarrollo se irían consolidando.

Aquella esperanza, que prometía un futuro prometedor para el Continente, está estallando en los últimos meses con un regreso al pasado. Un golpe de Estado a los pocos días de las elecciones en la República de Guinea, hace de esto poco más de un año, inició un regreso al pasado que en las últimas semanas ha derrocado a los gobiernos de cuatro países, primero Mali, luego Burkina Faso, Níger y hace pocas horas el de Gabón cuyo presidente reelegido, Ali Bongo, apenas llegó a ser investido tras unas elecciones que resulta bastante elocuente que no habían sido claras.

Este último golpe reúne muchos de los motivos que los militares golpistas alegaron para ejecutarlos. Ali Bongo era hijo del anterior presidente, que se había perpetuado en el cargo hasta su muerte, y la corrupción que propiciada también estaba resultando hereditaria. Gabón es un pequeño país rico gracias a los yacimientos de petróleo con que cuenta. La corrupción y la resistencia a abandonar el poder van unidas en numerosos países.

Quizás la muestra más elocuente es la Guinea Ecuatorial. La pequeña ex colonia española, más que rica, riquísima gracias al petróleo explotado por empresas norteamericanas que facilitan que los gigantescos beneficios propicien el enriquecimiento de del presidente, Teodoro Obiang Nguema y su numerosa familia, con cuyos miembros comparte un poder absoluto y cruel, mientras el resto de los habitantes continúa viviendo en la Miseria. Obiang, militar formado en España, accedió poder derrocando a su tío, Francisco Macías a quien mandó fusilar, y desde entonces se mantiene en el cargo desde hace 43 años lo cual le confiere el deplorable honor de ser el decano de los dictadores que existen en el mundo.

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Obiang y su régimen sintetiza todos los problemas que explican la inestabilidad que se ha venido creando: la resistencia a dejar el cargo valiéndose de subterfugios con elecciones periódicas que gana siempre con más del 100% de los votos. En las últimas, hace medio año, volvió a ganar con el 99% frente al otro aspirante, al que el terror le dejó con 127 exiguos votos. Corrupción, despotismo y negativa a abandonar el poder o dejar a un sucesor —en el caso de Obiang su hijo Teodorín al que ya mantiene como vicepresidente— es una pretensión de muchos presidentes. Son pocos los que cumplen sus mandatos sin resistencia a perpetuarlos.

Otro factor que está propiciando la desestabilización de varios países es la intervención de China y Rusia que han descubierto las ventajas de desarrollar su influencia en un continente tan vulnerable como rico y necesitado. China se adelantó ofreciendo créditos a varios gobiernos para afrontar sus problemas de económicos y sus miembros apenas demoraron meses para derrocharlos y quedárselos incrementando la deuda que ahora hipoteca sus materias primas e incrementa la pobreza de los habitantes.

Sufre las consecuencias de una sequía grave en muchas regiones y la incapacidad por falta de medios de luchar contra el hambre

Rusia, que descubrió el filón un poco más tarde, optó por apoyar a los presidentes proporcionándoles ayuda militar como la de los mercenarios del Grupo Wagner que velan por su seguridad personal. El ejemplo más elocuente es el de la República Centroafricana. Algunas estimaciones aseguran que son entre diez y doce gobiernos dependen de esta ayuda, que lo mismo contribuye a impedir un golpe de Estado como a propiciarlo. En Sudan los enfrentamientos callejeros tanto en Jartún, la capital como en otras grandes ciudades arroja ya un saldo de quinientos mil muertos.

Africa está en llamas con la acumulación de conflictos armados activos y potenciales, pero también sufre las consecuencias de una sequía grave en muchas regiones y la incapacidad por falta de medios de luchar contra el hambre y la falta de medios para enfrentar las necesidades sanitarias que las epidemias requieren. Mientras tanto, Occidente, empezando por los Estados Unidos, permanece despreocupada ante la situación de un Continente que mantiene una riqueza en materias primas fundamental pensando en el futuro. Francia, que era la antigua potencia colonizadora que mantenía mayor respaldo a sus ex colonias ha perdido la influencia e incluso ha tenido que retirar las fuerzas que mantenía en países del Sahel, la zona más explosiva bajo la fuerza del extremismo religioso radical.