La percepción del tiempo cambia cuando aparece Ana Blanco en televisión. La velocidad mengua, la capacidad de escucha crece. Su manera de argumentar nos lleva a una especie de serenidad. Será porque nos ha acompañado durante tantos años con prudencia, rigor, sosiego y, sobre todo, pedagogía. Su voz se ha terminado convirtiendo en algo así como un cancelador de ruidos, que no de personas.
Ahora, un año y pico después de decir adiós para siempre al Telediario sin necesidad de decir adiós, Ana Blanco ha vuelto al directo como presentadora titular de Informe Semanal. Los reportajes del suplemento de fin de semana de los informativos de Televisión Española son un buen antídoto para épocas de noticias a la prisa.
Sin embargo, Informe Semanal sufre la inestabilidad mental de cuando no te pueden dejar escapar pero tampoco confían demasiado en ti. La ingeniería de las audiencias ha encajado al formato en la parrilla de La 1 más por cuota obligada que por valor diferenciar del canal.
La entrada de Ana Blanco en Informe Semanal ya ha sido un revulsivo en su estreno este sábado, aupando las audiencias hasta el 12 por ciento de share y 1.145.000 espectadores en La 1. Sin contar a aquellos que lo estaban viendo a través del Canal 24 Horas. Una emisión en donde se trató la tragedia del terremoto en Marruecos, se aportó perspectiva reposada al caso Rubiales y, también, se recordó a María Teresa Campos a través de imágenes del archivo de RTVE. Casi ni hacían falta palabras. Suficiente con la energía de la comunicadora malagueña en aquellos años dorados de la cadena pública.
El siguiente paso es sacar a Informe Semanal de su actual escenografía cajón y directamente poner al programa de medio siglo de historia al nivel escénico del Telediario. Porque IS nunca debe ser un peaje reputacional. Al contrario, es una oportunidad social desde RTVE en la era de retuits y estribillos. Informe Semanal es toda la luz que ni siquiera puede destellar en el estrés de las fastnews.
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